De Marín a Australia por la ionosfera: la radioafición que sigue conectando el mundo

8.11.2025.- Agustín Durán escribe en diariodepontevedra.es: «Somos un pequeño grupo de radioaficionados, todos tenemos titulación», comenta Guillermo Silva, radioaficionado de Marín e impulsor del encuentro que se celebrará en la Casa da Cultura de Mogor. Pertenece al equipo SOTA Galicia (Summits on the Air), un colectivo que combina la comunicación con la naturaleza, subiendo montes de toda la comunidad para transmitir desde sus cimas.

El sistema SOTA es una especie de juego mundial que premia a quien consigue activar —es decir, transmitir desde— cimas homologadas. «Hay una página, a nivel internacional, donde se catalogan las montañas. Transmitiendo desde esas cimas vas sumando puntos, según la dificultad y la época del año. Cuando llegas a los mil puntos, te dan un trofeo en forma de cabra», explica Silva.

La aventura comienza mucho antes de la transmisión. «Llegamos con la furgoneta, consultamos la aplicación que nos marca la distancia hasta la cima, y hacemos algo de navegación y orientación con GPS. Una vez arriba, montamos una pequeña emisora con una batería y una antena dipolo de veinte metros. Según la hora y las condiciones de la ionosfera, la señal puede llegar más o menos lejos. Lo nuestro no va por satélite, sino por rebote en la ionosfera», detalla.

Entre las cimas más conocidas de la zona están el mirador de Cotorredondo (EA1/PO-042), el Monte do Castrove (EA1/PO-022) o Corno Peneda (EA1/PO-020), todas activadas por los miembros del grupo.

Una pasión que engancha
Silva descubrió la radio en los años 90. «Empecé con un walkie-talkie de chaval, hablando con los vecinos. Un día fui a casa de uno que ya tenía indicativo y me quedé fascinado. A partir de ahí, preguntas, foros, titulación… y ya no paras», recuerda.

Hoy, con unos 200 euros, se puede empezar en esta afición. «Una emisora sencilla, una antena y veinte metros de cable son suficientes para hablar con toda España. Después, cada cual invierte lo que puede o lo que quiere: hay quien mete miles de euros en equipos», dice entre risas.

Formación y legalidad
Para convertirse en radioaficionado es necesario obtener una titulación oficial. «Son 60 preguntas, 30 de legislación y 30 de radioelectricidad. Una vez aprobado, Telecomunicaciones le da a cada uno un indicativo. El mío es EA1FUL: el EA es de España y el 1 es del distrito norte, que incluye Galicia», explica Guillermo.

Si se quiere montar una estación fija, añade, «hay que presentar un proyecto de un ingeniero y un boletín de instalación». Pero también se pueden usar equipos portátiles en el coche o en la montaña, como hacen los miembros del SOTA.

Comunicación en las emergencias
La radio, asegura Silva, sigue siendo útil en situaciones críticas. «Cuando fue la pandemia y el apagón, los únicos que estábamos comunicados éramos los radioaficionados. Con una simple batería de moto y veinte metros de cable hablábamos con Canarias, Barcelona o Málaga. Incluso colaboramos con la Guardia Civil y Protección Civil para mantener comunicaciones».

Aquellos meses de aislamiento también reactivaron la afición. «Hubo gente joven que se animó y otros que desempolvaron las viejas emisoras. En Galicia hay muchos más radioaficionados de los que la gente piensa».

La radio en el siglo XXI
Lejos de quedar obsoleta, la radioafición evoluciona con la tecnología. «Seguimos transmitiendo en telegrafía y fonía, pero ahora también en digitales: FT8, FT4 o FSK. A través de un módem conectado al ordenador podemos recibir estaciones de todo el mundo. Yo, por ejemplo, desde Marín hablo a diario con Australia y Nueva Zelanda por la mañana, y por la tarde con Sudamérica», comenta.

«La radioafición sigue viva y en crecimiento. Las casas comerciales siguen sacando equipos nuevos, hay concursos, expediciones y mucha actividad. No estamos extinguidos como los dinosaurios», bromea Guillermo Silva, orgulloso de una afición que, en pleno siglo XXI, continúa uniendo montañas y personas a través de las ondas.

Reunión en Mogor
El objetivo del encuentro del sábado es «poner cara» a muchos aficionados que solo se conocen por las ondas. «En Galicia somos unos quince, de Marín, Vigo, Rianxo, Ourense… La idea es hacer una charla, tomar un picoteo y montar una antena para quien quiera ver cómo funciona. Es una reunión abierta: puede venir cualquier persona interesada, aunque no sea radioaficionada», explica Silva.

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