
30.05.2025.- Carlos Doncel escribe en elcorreoweb.es que cuando era niño, Manolo Arenas recogía los reyes en el número 6 de González Abreu. Allí, en el patio azulejado que da luz al edificio, iba a por los regalos que cada 6 de enero le dejaban su padre y su abuelo, técnicos de Radio Sevilla. Pasó el tiempo, y ya de adulto siguió con el legado y se puso a los mandos de la mesa durante más de cuatro décadas. «Esto es como una gran familia», dice Antonio Yélamo, actual director de una emisora centenaria llena de referentes. De Quintero a Hachuel, de Araujo a Santi Ortega, de María Esperanza Sánchez a Ana Fernández. Y de los Arenas a los Arenas, donde el símil se hace literal.
«Tenemos sentido de pertenencia, sudamos la camiseta», afirma Yélamo, que este viernes recoge la Medalla de la Ciudad que ha concedido el Ayuntamiento a Radio Sevilla justo cuando cumple un siglo de historia. «Lo he observado también con El Correo de Andalucía: aunque hemos pasado vicisitudes, tanto la SER como El Correo marcan mucho a nivel profesional. Y ese es un patrimonio del que podemos presumir, además de las propuestas y el compromiso con la gente».
«Esa esencia de ilusión y de lucha entre todos se mantiene todavía en los estudios. No podemos pensar en esto como si fuera una fábrica», asegura Manolo Arenas, recién jubilado tras dedicar 45 años de su vida a esta emisora. «Después de tanto tiempo, me llevo la gran satisfacción de tener muchos amigos, de que he dejado algo ahí adentro. Al final, como no seamos una especie de familia, se hace duro de sobrellevar».
Quintero, María Esperanza y «el recuerdo de los referentes»
«Llegar a Radio Sevilla en 1997 fue, bajo mi punto de vista, el máximo al que un periodista radiofónico podía aspirar. Para mí era todo un impacto encontrarme en el centro de gravedad en España», confiesa Antonio Yélamo. «A nuestro alrededor estaba el recuerdo de muchos referentes que aún en la actualidad siguen pesando en el día a día. Y eso te impresiona y te motiva», admite este directivo.
Iñaki Gabilondo, María Esperanza Sánchez, Jesús Quintero, José Antonio Sánchez Araujo. Iconos que demostraron en los 70, 80 y 90 que las ondas no tenían por qué partir necesariamente desde Madrid y Barcelona. Que otra radio era posible «desde el Guadalquivir de las estrellas», tal como arrancaba cada noche el Loco. «Son voces sagradas de la radio que te han acompañado a lo largo de tu vida, que aún perviven en la memoria de muchos», detalla Yélamo.
«Éramos un equipo joven con mucha sensibilidad y ganas, nos comíamos el mundo», rememora Manolo Arenas. Durante años vio a través de la pecera a María Esperanza, Jesús o José Antonio. «Con 20 tacos era una responsabilidad enorme realizar por ejemplo El loco de la colina, el programa más escuchado de toda España. No se puede explicar cómo lo hacíamos posible, aquel ambiente había que vivirlo».
«A pesar de ello, nunca se nos subió los humos», apunta Arenas, que trabajó también junto a su hermano Pepe. «Antes era todo Madrid, y nosotros lo hacíamos desde Sevilla. Todos los grandes personajes pasaron por aquí, por González Abreu». Y si había que viajar, se hacía con el equipo de la capital andaluza: «Me he recorrido Europa entera con el Maestro Araujo, una vez hasta casi nos detiene la KGB. Luego llegaba Quintero, y nos íbamos a Marbella a entrevistar a un príncipe o a la cárcel para charlar con un preso».
Las voces del nuevo tiempo
Más de 20 años después de aquella época, los referentes actuales son ya otros: Salomón Hachuel, Ana Fernández, Diego Suárez, Lourdes Luque, Santi Ortega, Elena Carazo, Javier Márquez, Mercedes Díaz, Paco García o Pérez Monguió. Voces veteranas con miles de historias en la garganta. Hoy son ellos quienes, desde el 103.2 de la frecuencia modulada, representan un sonido «imprescindible en la vida de generaciones de sevillanos», tal como precisó José Luis Sanz cuando anunció la entrega de la Medalla de la Ciudad.
A todos ellos se han unido en los últimos años Julio Muñoz el Rancio, Antonio Álvarez el Bizcocho, Juan Amodeo o Luis Márquez. Juventud, frescura y desenfado, otras de las marcas de la casa. «Es un aspecto muy importante y para nada improvisado. Es necesario que la radio esté sensible a lo que ocurre a su alrededor: y si hay nuevos procedimientos, nuevos lenguajes, debemos tratar de adaptarnos a eso», afirma el director de esta emisora de la SER.
También ha entrado esa misma nueva generación en las mesas de mezcla. Ahí están Borja Troya, Rafa Gómez o José Manuel García. «Los jóvenes queremos que la radio sea ese medio de comunicación que une a la gente. Y en los nuevos tiempos de multimedia, donde es ya un gran contenedor de contenidos, la parte técnica es fundamental para llegar a los oyentes», sostiene Troya, que lleva ya 11 años en la casa. «Lo último que vivimos fue el gran apagón, y Radio Sevilla fue fundamental para informar a la ciudad y a la comunidad de lo que estaba pasando».
«El patio de Radio Sevilla es la calle Sierpes: entra y sale gente de todo tipo, y eso enriquece el discurso propio de la radio», señala Antonio Yélamo. En un tiempo lo hicieron Quintero, María Esperanza o el Maestro Araujo. Y Manolo Arenas, y su abuelo, su padre y su hermano. Ahora son Hachuel, Rancio, Lourdes Luque o Borja Troya. Todos ellos forman parte de esa «gran familia» que ha unido la emisora a lo largo del último siglo. No acaba aquí este árbol genealógico de las ondas: aún le queda otro siglo más por contar.
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