Vanessa Regueira Varela, radioaficionada EA1JBK: «Mi primera conexión como radioaficionada fue con la Casa Real»

Vanessa Regueira

Loreto Silvoso le ha entrevistado para La Voz de Galicia: Vanessa Regueira (A Laracha, 38 años) tiene tantas antenas en el tejado que su casa de Caión parece el pirulí de Radiotelevisión Española. Esta radioaficionada es la yankee lima de Bergantiños, como se conoce en el argot de los walkie-talkies a las pocas mujeres que comparten esta afición. De profesión pescadera, un alambre de dos metros en su furgoneta le permite ir escuchando a los barcos rumbo a la lonja de A Coruña. «Así ya sé lo que traen», bromea.



— Llamando a Eco Alfa Uno Julie Bravo Kilo. Cambio. ¿Se dice así?
— Lo primero que pregunto es si está la frecuencia ocupada. Solemos decir «QRZ o QSL. Aquí EA1JBK. Se escucha alto y claro».

— Ese es su «yo» de las ondas.
— Sí, pero yo suelo salir con el indicativo de Radioclub Bergantiños, que es al que pertenezco.

— Usan más números que letras.
— A ver, 73 es el saludo. Bueno, las mujeres decimos 88, que son «besos», pero todos acabamos con 5973. Y 40, si tu señal llega a cañón, aunque sea a Valencia.

— ¿Ya habla en el código fonético internacional el resto del día?
— A veces quieres decir las letras como las tienes que decir y no te salen. Hace poco me pidieron la matrícula del coche y me surgió decirla con el código: Papa Charli… El otro se dio cuenta de que era radioaficionada, menos mal.

— Después de hacer miles de conexiones como esta, ¿recuerda cuál fue la primera?
— Perfectamente. Mi primera conexión como radioaficionada fue con la Casa Real. Fue el contacto que más me gustó hacer y el primero que hice desde mi casa.

— No me diga que habló con el rey.
— No, hice el contacto con la estación de la Casa Real, con el operador que tenían en ese momento, era un concurso. Pero tanto el rey Felipe como su padre son radioaficionados, eh.

— En una sociedad hiperconectada, ¿no es la suya una afición un poco extemporánea?
— Sé que es una pasión un poco rara en los tiempos que corren. A algunos les choca que mi hobby sea este. Y, sobre todo, se les hace más raro que sea una mujer.

— ¿Cuántas horas le dedica?
— Cuando algo te gusta, le echas tiempo. Yo madrugo mucho. Me levanto a las dos de la mañana, marcho para A Coruña, escojo el producto en la lonja y después vengo para la zona de Paiosaco, A Laracha, Caión y parte de Arteixo, para repartir el pescado. Y aun así me gusta madrugar el fin de semana para disfrutar con esto.

— ¿Qué altura tiene su torre?
— Unos 15 metros. Nos tuvo que autorizar Aena, porque pasa una red de vuelo por encima. Como ahora los aviones entran al contrario, tienen que saber que ahí hay una estación montada y no pueden bajar más de esa altura.

— ¿Es una pasión muy cara?
— Sí, es una afición cara, pero también es un asunto serio, porque, si hay una catástrofe, aquí estamos los radioaficionados. Además, conoces a gente de todo el mundo y todos son muy educados y respetuosos.

— ¿Una radioaficionada como usted es también aficionada a la radio convencional?
— Sí, escucho mucho la radio. Ando con Radio Voz, con la Radio Galega… Me interesa más saber lo que pasa aquí en el día a día que llevar puesta solo música.

— ¿Y lleva su emisora encendida?
— Eso siempre, claro.

— Si va por la carretera y ve un accidente, ¿avisa por su antena?
— No. Llamo al 112, como todo el mundo o paro a echar una mano. En el monte sí que uso el walkie para comunicarme con los míos. Pero la opción de avisar a Salvamento o a los canales de emergencias siempre la tengo ahí y te contestan al momento.
Si ya es raro encontrar a un radioaficionado en la era de las telecomunicaciones, imaginen si además es mujer y joven. En toda la provincia coruñesa solo hay 5 féminas entre los 112 voluntarios de la Red Nacional de la Radio de Emergencias (Remer), a los que homenajeó la Subdelegación del Gobierno el pasado lunes.

— ¿Tan pocas son?
— Sí, pero cada vez que hacemos una actividad siempre salen mujeres por la emisora. Hay una alemana, una andaluza, varias gallegas… En nuestro RadioClub Bergantiños somos dos chicas.

— ¿Usted es voluntaria?
— No soy voluntaria de Remer por falta de tiempo. Mi marido sí que está ahí, al pie del cañón.

— ¿Qué hay que tener, además de un poco de tiempo libre?
— Para montar una estación de radioaficionado tienes que cumplir una serie de normativas, estudiar electrónica, pedir unos permisos, etcétera.

— ¿De cuánto es la inversión?
— Hay equipos de 3.000 a 9.000 euros. También los hay más baratos, eh, pero bueno.

— Cuando fallan las comunicaciones, ahí están esos equipos.
— Nosotros, con un hilo y un nada de batería, podemos transmitir a cualquier parte del mundo. En el accidente de Angrois se utilizó para coordinar todo el movimiento que había.

— ¿Alguna vez aprovechó para contar, a través de su emisora, el excelente producto que sale de la lonja de A Coruña?
— La verdad es que no, pero casi todos saben que soy pescadera.

— ¿De qué hablan entonces?
— Localizamos sitios y los damos a conocer a través de las ondas.

— ¿Hay relevo generacional?
— A mi hijo ya le estoy traspasando la afición por el mundo de la radioafición. Tiene cuatro años y ya tiene su propio walkie-talkie.

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