
29.03.2025.- Ion Stegmeier le ha entrevistado para diariodenavarra.es: Joaquín Luqui Iribarren (Caparroso, 1948 – Madrid, 2005) habitaba dos universos a la vez. Nunca dejó de ser hijo de su tierra y su época, la Navarra de posguerra, pero al mismo tiempo era el más moderno, al menos musicalmente, el fanático que viajaba al extranjero para traerse los discos que aquí no había. Empezó en Radio Requeté, pero su programa se llamaba ‘Requeteritmo’. Sus últimos 15 años, en Los 40, trabajó con Tony Aguilar, que con su programa «Del 40 al 1» sigue reuniendo actualmente a millón y medio de oyentes cada sábado.
Este sábado, a las 10 horas, lo hará en directo desde la Casa cultural Joaquín Luqui de Caparroso, 20 años después de la muerte de su compañero y maestro, un homenaje que hacía años tenía ganas de rendir al comentarista musical -así se definía él- de melena leonina y estilo único que se dirigía a los fans como uno de ellos: “Tú y yo, lo sabíamos”.
Por una vez se actúa bien con alguien y no cae en el olvido.
Sí. Desde el día que nos falta le he recordado todos los años, los cumpleaños, el aniversario del fallecimiento, el día a día. Muchas veces pienso: “Si hubiera conocido a este artista no pararía de ponerlo”. Me pongo muchas veces en su piel. Hacerlo de esta forma tan especial va a ser muy bonito.
Y en la Casa de Cultura que lleva su nombre. ¿Habrá sorpresas?
Sí. He contactado con el técnico de sonido que Joaquín tuvo en Radio Requeté, que luego viajó con él a Madrid, José María Goñi, y vive en Pamplona. Va a estar con nosotros. Será muy entrañable.
¿La música para Joaquín fue una manera de salir al mundo?
Sí. Él era un superfan de los Beatles, y eso es lo que le animó a meterse de lleno en el mundo de la comunicación y la música. Por eso se le conoció como El quinto Beatle. Paul McCartney paraba una rueda de prensa para saludarle. Se conocían bien. En 1989 tuvo el día más feliz de su vida, por lo menos profesionalmente, el día en que Paul McCartney inauguró el estudio con su nombre que aún se llama así en Los 40. Hay unas fotos de Luqui que está pletórico abrazado a Paul, el Mozart del siglo XX, como le llamaba.
No solo McCartney, ¿tenía relación con otras estrellas o son leyendas?
Él me contó por ejemplo que se coló en el Hotel Palace durante una visita de los Rolling Stones y llegó a una de sus habitaciones vestido de camarero. No sé cómo consiguió un uniforme, pero lo hizo. También me consta que hizo algo parecido a la película Vivir es fácil con los ojos cerrados, en la que Javier Cámara va a Almería para acercarse a John Lennon. Cuando veo la película, recuerdo que él me hablaba de algo similar.
¿Quizá conectaba tanto con los oyentes porque él mismo era también un fan?
Sin duda. Él tenía un fan dentro, y yo me considero igual. Él iba por la Gran Vía y todo el mundo le paraba, porque se le veía a kilómetros con ese pelo a lo Einstein o a lo Doc de Regreso al Futuro. Caminaba con su bolsa de Tower Records o de HMV de Londres, donde llevaba sus recortes de periódico, el último single que le habían mandado… Y era muy listo, preguntaba a todo el mundo de quién era fan, qué canción le gustaba, cuál era su favorita del nuevo disco. Cuando cinco le decían que era la tercera canción de la cara B, por ejemplo, llegaba el domingo y ponía la tercera de la cara B. Los fans flipaban.
¿Ejercía una especie de algoritmo analógico?
Nosotros no usamos algoritmos, pero usamos callout, una encuesta de opinión que hace una consultoría quincenal. Nos ofrece lo que los oyentes piensan de las canciones. Él hacía el callout con la gente, la consultoría la hacía caminando por la Gran Vía.
¿El panorama era tan diferente?
No existía Internet, ni las plataformas de streaming, no se publicaban las canciones globalmente. Él viajaba muchísimo, traía los discos de Londres, Nueva York o Los Ángeles y los tenías antes. El formato era físico. Yo también he vivido eso, entré en el año 90, con 16 años, y llevo 35. Cuando entré, o tenías el vinilo, en aquella época ya empezaban los Compact Discs, o tenías el single de vinilo.
La familia de Luqui, ha donado sus fondos al archivo de Navarra, ¿habrá tesoros?
Yo creo que sí, pero también te digo que me apiado de la persona que tenga que archivar eso y ordenarlo, porque si una cosa tenía Luqui es el desorden. Él vivía por la música, por la radio, su pasión, no sabía ni lo que cobraba. Era un tipo tan entrañable, tan bohemio, que decía que eso le daba igual. Me tocó limpiar su taquilla de la radio cuando falleció y salió de todo, como bolsas con dólares de sus viajes, que olvidaba allí. Te diré que, con el permiso de la familia, lo que encontré lo eché en el cepillo de la iglesia donde él iba, San Ildefonso. Imagino la cara del párroco al ver los dólares americanos.
Tendría una gran colección de discos.
Tenía en su mesa de la redacción una montaña de discos. Llegaba un momento en que no se veía lo que había detrás. Eso a los jefes los ponían malísimos. En uno de los pisos que tenía, en Argüelles, tenía tantos paquetes y tantas cosas encima de la tele que puso otra tele encima, porque ya no se veía la primera de todo lo que tenía delante. Su vida era absolutamente desordenada, bohemia, colapsada internamente. Pasaba del rock and roll a misa de ocho, de hablar con sus satánicas majestades a hablar con el número 1, porque a Dios le llamaba el número 1.
¿Era de misa diaria?
Sí. Él había vivido en Caparroso, en una familia muy religiosa. Era absolutamente católico y practicante. Te saludaba haciéndote la señal de la cruz en el pecho, y luego te preguntaba de qué horóscopo eras. Le daba igual donde estuviéramos, grabáramos o no grabáramos, él se iba a misa de ocho a la iglesia de San Ildefonso y luego ya volvía con su fuerza. A lo mejor esa noche volvía y ya no se movía.
¿Cómo?
Se quedaba en la redacción hasta por la mañana, dormía o maldormía como podía. Vivía en la radio. cuando yo llegaba por la mañana a hacer ¡Anda ya! me lo encontraba sobando. Le decía: “¡Pero Joaquín!”. Y él decía: “No, me he quedado un poco pensando”. Digo: “¡Si estabas roncando que se oía desde la puerta!”. Era muy, muy especial, único en el universo.
¿Tuvo algún conflicto alguna vez con algún grupo?
No, que se conozca. Hay una cosa muy buena de él. Yo le decía, “Joaquín, ¿por qué nunca pones a nadie verde, tío? ¿Habrán discos malos, no?”. Y él me decía: “My friend, tengo muy poco tiempo en la radio como para perderlo poniendo a nadie verde. Hay muchas cosas bonitas de las que tengo que hablar y no me da tiempo”.
¿hasta qué punto ha sido un maestro para los que vinisteis después?
De los que quedamos en activo somos pocos los que trabajamos con él. A mí, sin duda, me enseñó muchísimo, me inspiró mucho sobre todo a respetar a los fans y a amar la radio y la música.
¿Las imitaciones le hacían gracia?
Le hacían muchas. Las llevaba bien. Luego, tenía anécdotas de lo más insospechadas. Tony Genil decía por ejemplo que había hecho macarrones a Michael Jackson. Y Luqui decía que sí, que era verdad, porque habían tenido a los Jackson 5 en El Gran Musical. Y Tony Genil se acercó a él gracias a Luqui, a su amigo Luqui.
¿Pero es verdad?
Parece ser que sí. Estuvieron actuando, creo que fue en la Joy Eslava, porque grabaron Aplauso en Televisión Española. Los hermanos de Michael eran mayores y fiesteros y se fueron de juerga. No me dijo nunca si le había hecho macarrones con tomate o no el señor Tony Genil, pero claro, lo que pasaba es que Joaquín estaba desde 1969, en la época de las vacas gordas, gordas, gordas de la industria discográfica. Y Cuando los grandes nombres que eran leyendas visitaban España al que saludaban era a él. Me acuerdo que entrevistó a Elton John en el restaurante La Joya de Jardines. Acababan de comer, Elton John pide un whisky reserva y se pone a tomárselo mientras Luqui le hace una entrevista de 45 minutos. Cuando termina, resulta que no le había dado a grabar. Elton John dice: “¿Me podéis traer la botella de ese whisky tan bueno?”. Y grabaron una hora más.
Música para yeyés y melenudos
Joaquín Luqui inició su carrera en la prensa escrita en 1965, en ‘El Pensamiento navarro’, pero cuatro años después pasó a Radio Requeté, donde hizo ‘Discofilia’ y ‘Requeteritmo’, programas para yeyés y melenudos, como les llamaban. La música pop y rock entraba en un terreno en el que hasta entonces se escuchaba música de banda, orquesta y clásica. Pronto saltó a Madrid, a Los 40 principales, sin perder de vista su origen. “Soy de Caparroso, cuanto más feo más horroroso”, se presentaba. Allí hizo El gran musical, Los 40 principales o Fan Club, también programas en televisión, en Canal+, y ganó entre otros premios el Ondas o la Antena de oro. Luqui, que hizo la última entrevista en Europa a Kurt Cobain, murió en 2005 después de que una caída fortuita le produjera un traumatismo craneoencefálico del que no se recuperó.
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