
Naiare Rodríguez Pérez le ha entrevistado para cope.es
La periodista y escritora Teresa Viejo ha presentado La niña que todo lo quería saber, una obra que disecciona la curiosidad como fortaleza y que plantea este deseo de saber como parte del aprendizaje y del autoconocimiento que te ayuda a construir historias.
A través de estas páginas, la autora, que fue reconocida en el Festival Aragón Negro hace unas semanas y ahora se considera la niña que quiere saber de todo, se cuestiona cómo ha evolucionado la curiosidad en ámbitos periodísticos y educativos y cuál es su relación con la gestión de emociones y el puro cotilleo.
- ¿Es la curiosidad el motor del aprendizaje?
- Sí, lo explica muy bien la psicología positiva que ordena nuestras fortalezas. Nos cuenta que tenemos 24 y algunas se activan desde el primer momento, como la curiosidad, y otras necesitan un tiempo para que las vayamos reconociendo y activando. Después, ligada a la curiosidad, está el amor por aprender. Primero debe activarse la curiosidad para aprender y disfrutar de ese aprendizaje.
- ¿Qué sentido tiene en la vida de todas las personas? ¿Es el mismo en los niños como en las personas con más experiencias?
- Tiene una finalidad primigenia que es común a todos los seres humanos y se adapta a las distintas etapas de la vida. Es esencialmente explorar, salir de ese lugar que conocemos, para adentrarnos en experiencias, circunstancias, mundos y personas diferentes a la nuestra. Eso es lo que nos hace expandirnos y dejar nuestro ego. Se trata de probar, ensayar, disfrutar, florecer Cuando ya tenemos 70 años no necesitamos experimentar tantas cosas quizás, pero la podemos ligar a pequeñas experiencias diarias que nos permiten disfrutar de lo extraordinario que hay a nuestro alrededor.
- ¿Se está perdiendo hoy en día esta curiosidad?
- Creo que sí. Se ha mal usado por parte de las redes sociales, que utilizan técnicas muy primarias para persuadir y captar la atención mediante la curiosidad. Pero yo prefiero que eso se utilice para lo bueno, para el aprendizaje, para la conexión, para abrir nuestra mente y para cambiar mi mentalidad rígida por otra más flexible. Se nos ha olvidado durante este tiempo.
Tenemos la premura de obtener respuestas inmediatas ante cualquier pregunta y generamos una ansiedad continua. Y también sentimos la obligación y pulsión de recabar mucha información. Nadie nos ha contado que nuestro cerebro necesita resetear esa información como si fuéramos un ordenador. De vez en cuando necesitamos parar y volver a encenderlo. - ¿Dónde se debería fomentar más la curiosidad?
- Debería ser como la economía circular. Tiene sentido cuando la llevas a la acción, es decir, cuando le pones un propósito y un reto. Entonces debería enseñarse y permear todo el sistema educativo.
Debe estar también en las empresas y saber que es una competencia que se tiene que optimizar en cualquier momento de la vida. Es una fortaleza y no hay que confundirla con la intromisión y el cotilleo. - ¿Se sabe gestionar que otras personas sean curiosas?
- Hay una profunda ignorancia en todo lo que tiene que ver con las emociones. Parece que cuando alguien se frustra está enfermo y no es así. Tiene que conocerse. Nos da miedo pronunciar conceptos como autoconocimiento o desarrollo personal, pero es fundamental. Y todo esto se basa en la curiosidad, en entender, en investigar y en conocerse.
- ¿Cómo valora la curiosidad dentro del periodismo?
- A veces invito a los estudiantes de periodismo a que me trasladen preguntas y no saben hacerlo. La forma en la que expresamos la curiosidad es preguntando de forma genuina y nuestra profesión ha perdido la importancia que tiene esto y la metodología para llevarla a cabo. No todo está en internet, hay que contrastar lo que vemos y buscar otros sitios más allá.
El periodista se está alejando de preguntar, de decir cosas extraordinarias en lo ordinario y de observar todo viendo historias en cada cosa. La curiosidad te ayuda a construir historias. - ¿Se deja a las mujeres ser curiosas?
- Siempre se ha penalizado a las mujeres como cotillas hasta tal punto que, a comienzos del siglo XX, hay una corriente filosófica con Heidegger a la cabeza que rechaza la curiosidad porque considera que es tan voluble como las mujeres llenas de hormonas. Y todo eso cuando lo que quieres es cuidar de la otra persona, interesarte y empatizar.
- ¿Es la niña, por lo tanto, que todo lo quería saber?
- Por supuesto que sí, aunque el título apela a todos los niños y las niñas que leen el libro.
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