Ramón Arangüena (RNE): «El sentido del humor debe ser bien de interés cultural»

Ramón Arangüena

J. Benito Iglesias ha charlado con él para Diario Palentino:
Palentino y embajador de su tierra allá donde va, el periodista Ramón Arangüena suma una larga trayectoria en medios públicos y privados, radiofónicos y televisivos, en los que siempre aporta una impronta humorística que no deja indiferente a nadie.



Ramón Arangüena Fanego (Palencia, 1964) ha mezclado desde que empezó su andadura profesional el periodismo de sucesos con los reportajes y la recopilación de cosas insólitas para llevarlas a la televisión y la radio. En muchas de sus colaboraciones está muy presente la faceta humorística y tampoco le son ajenas la publicación de libros, colaboraciones en revistas y alguna incursión teatral, que le confieren ese aire de hombre polifacético dispuesto siempre a afrontar nuevos retos profesionales.

  • Usted es un palentino más en la diáspora, que se fue en 1982 para estudiar en Madrid y buscar oportunidades laborales. ¿Qué cree que ha cambiado en su ciudad y qué echa de menos?
  • Bueno, las diásporas suelen ser en grupo, desde la época de Moisés, y yo me fui solo, aunque hay más de un palentino por Madrid, pero nos juntamos poco. Cuando acabé la carrera estuve trabajando unos meses en el periódico de sucesos El Caso y luego logré hacerlo en Coruña, donde nació mi madre. Pensé que me iba a quedar allí pero no pudo ser y regresé donde me dieron de comer y luego nacieron mis hijos, a Madrid, que es una ciudad muy acogedora donde la gente siempre te hace un sitio.
    En cuanto a Palencia, no ha cambiado mucho porque tiene el mismo número de habitantes que cuando yo la dejé. Hoy ya no echa humo la chimenea de la Electrólisis aunque -hasta el confinamiento- se seguía yendo en coche a comprar el pan, como entonces. Me apena que mi bonita casa en Modesto Lafuente fuera derribada para construir un supermercado, aunque he de reconocer que el humus del Mercadona es muy bueno. Palencia es una buena ciudad para vivir y ahora está muy bien comunicada con el mar y con las capitales del sur. Ha crecido en parques y en árboles, aunque también en exceso de estatuas que miran al pasar por delante, con envidia, a esos palentinos de carne y hueso que siguen teniendo la misma característica que cuando me fui: ser buena gente en general.
  • Colabora en el magacín Vamos a ver en Castilla y León, de RTVCyL, y en el programa Aquí la tierra, de TVE, que reflejan bien el mundo rural. ¿Qué le puede faltar a nuestros pueblos para que la gente se asiente en ellos?
  • Hace unas semanas estuve en un pueblo de Teruel. Entrevisté a un pastelero que mantenía una pequeña nave en un polígono industrial casi vacío y me dijo: «Aquí cuando nieva no es que nos quedemos incomunicados por carretera, es que se cae la red eléctrica y eso no lo aguanta una empresa del siglo XXI». Creo que lo primero que tiene que haber es una infraestructura segura. Por muchas ayudas que se den es difícil industrializar el campo, aunque sí he entrevistado a pequeñas explotaciones con un número de empleados reducido por toda España donde se criaban desde ranas para exportar a Francia hasta caracoles, chocolaterías artesanales o cría de animales diferentes como cerdos celtas o razas de ganado vacuno demandadas por su carne diferente. Palencia tiene un gran potencial turístico y gastronómico pero de eso solo es difícil subsistir. Cuando recorro preciosos pueblos palentinos donde la calle principal está llena de carteles de «Se Vende», me entristece. Y si paro a hablar con los paisanos me desespero aún más.
  • Siempre que puede promociona zonas de Palencia con un gran valor patrimonial. ¿Qué destacaría como espacios de visita dado que en cifras de turistas estamos aún a la cola?
  • La Montaña Palentina es preciosa porque sigue siendo virgen y demasiado desconocida, es sorprendente que no esté llena de turismo teniendo la belleza que tiene. Los centros culturales como La Olmeda -a la que le va a salir una gran competencia en Noheda, (Cuenca)- o San Pedro Cultural y las rutas del Románico, el mudéjar y todo el arte gótico y renacentista son una mina que no es fácil rentabilizar con rutas pero que está ahí. Mi monumento preferido es San Juan de Baños, que sigue siendo una visita indispensable, y no es porque me casara allí… De todas formas a Palencia capital, creo que le falta algún hotel con encanto.
  • Palencia y provincia ven cómo la gente joven se forma, se va y ya no regresa. ¿Qué habría que potenciar para no perder este talento?
  • No soy economista, ahora estamos en el peor bache de la historia de este país pero, una vez superado, me temo que todo es una cuestión de profesionalización y sueldos. Los jóvenes cada día están mejor preparados y peor pagados. Si uno de Bilbao, de Pamplona o de Palencia estudia una carrera específica y quiere trabajar en ese campo suele acabar yendo a Barcelona o Madrid. Esta capital cada día está más llena de profesionales altamente cualificados. Crece más. Es una esponja. Muchos de mis sobrinos treintañeros viven aquí porque han estudiado para trabajos que sólo se ofrecen en grandes ciudades del mundo. Palencia capital sigue siendo el centro de administración y servicios de la provincia y el dinero llega gracias a empresas como Renault y la industria que mueve a su alrededor, Siro, la papelera de Dueñas, Seda y, por supuesto, muchas de diferente tipo como Inmapa Aeronáutica, por poner un ejemplo. Pero no sé dónde está la varita para convertir un sitio con calidad de vida en un lugar con más ingresos. El que lo sepa que se meta en política.
  • También en sus espacios televisivos o radiofónicos divulga los oficios tradicionales. ¿Le ha llamado algo la atención en los que aún perviven?
  • Como comentaba antes, he visto industrias curiosas como la cría de ranas en Zamora, casi un millón de ranas al año creo recordar. También caracoles pero sé que se producen langostinos cerca de Medina del Campo, podemos visitar los bisontes de San Cebrián de Mudá en el norte palentino, se produce aceite en Castilla y León y muchas cosas más. Aunque si los topillos fueran comestibles como las liebres ya lo teníamos. Siempre la imaginación al poder.
  • Un humor que alguien asemejó al de Buster Keaton presidió sus inicios profesionales y ya nunca le abandonó. ¿Hay que reírse bastante más ante el panorama de noticias poco agradables en pleno confinamiento?
  • El sentido del humor de los españoles debería de ser declarado bien de interés cultural porque hay gente muy buena. Yo no me considero humorista. Es algo muy serio. En su momento, hice mi aportación simpática con las entrevistas absurdas y «la agria polémica con Iñaki Gabilondo», poco más. Creo que aún mantengo cierto sentido del humor norteño en mi vida diaria y en mi trabajo porque admiro la retranca.
    Esta época de confinamiento ha arrancado con mucho humor, aunque la gravedad de la situación ha hecho que cada vez nos riamos menos, pero el humor, por mucho que se quiera, ese sí que es imparable aunque sea políticamente incorrecto.
  • Participó en El Burladero, de TVE, con Los Morancos, Josema Yuste, Paz Padilla o el ya fallecido Chiquito de la Calzada. ¿Qué recuerdos tiene?
  • Solo duró un mes el programa por la contraprogramación y casi lo he olvidado. Querían un periodista con sentido del humor que moderara las tertulias de esos genios de la risa, y Summers, su director, me cogió a mí. Dos días antes del estreno me rompí el menisco levantando a mi hija en brazos y comenzábamos cada programa bailando… Además yo seguía en Lo + Plus, con lo cual fue durillo. Lo mejor fue conocer de cerca al gran Chiquito de la Calzada. En un programa dio el tiempo y en vez de isobaras veía a Tarzán saltando desde el anticiclón de las Azores a la península. Impagable.
  • Aún son recordadas sus entrevistas absurdas haciendo de periodista indocumentado en el programa Osados, de Antena 3 TV, con personajes famosos. Destaque alguna anécdota de las muchas que tuvo…
  • Muchas. Una fue que Bertín Osborne se adelantó a la entrevista en el Casino de Madrid media hora y solo estaba yo, vestido normal y no con la pinta que me ponían y me di cuenta de que tenía que decir algo raro para que pensara que era un tipo extraño y sólo se me ocurrió decirle: «Yo pensaba que usted era muy bajito». Me miró como el que mira a un marciano y me dijo: «Buff, la que me espera…». Hace unos años murió el actor José Luis López Vázquez. Vivía enfrente de mi casa actual y cuando nos veíamos bromeábamos sobre la entrevista que le hice donde le confundía con Clint Eastwood. Lo cierto es que el día de su fallecimiento se me acercó su hijo, al que no conocía, y me dio las gracias porque, según él, en esa entrevista demostré que su padre no era un cascarrabias como la gente pensaba sino un hombre cariñoso y entrañable. Esa entrevista está en Youtube y, como muchas otras, demuestra que tenían algo de periodístico al quitar la máscara a famosos y mostrarles como en realidad eran, buena o mala gente.
  • Luego estuvo en el desaparecido Canal+ dando a conocer objetos insólitos en Lo + Plus y más adelante presentando el programa con Fernando Schwartz y Ana García Siñeriz. ¿Fue su mejor etapa profesional?
  • Eso dicen. El programa lo veía todo el mundo. Como me comentó en su momento el entonces Príncipe Felipe: «Lo + Plus lo veíamos en familia». Lo cierto es que por allí pasó lo mejor de lo mejor, desde Saramago a Tom Jones, desde Kasparov hasta Rafa Nadal, desde Serrat a Marck Knopfler o desde Carla Bruni a Camela. Recuerdo que al dejar trabajar en la cadena fui a devolver el decodificador, a nombre de mi mujer, a una tienda autorizada y me preguntó el encargado el motivo de dejar el abono de Canal +. Le dije que porque ya no salía Ramón Arangüena. ¿Y ese quién es? Mi presentador favorito le dije.
  • Polifacético donde los haya, se ha atrevido con todo en el periodismo sin olvidar la faceta teatral. ¿Le fue bien con su primer espectáculo El placer de fracasar o hizo honor a su nombre?
  • Fue el fracaso más divertido de mi carrera. Todo empezó por aceptar hacer un prólogo a un libro. Luego ese prólogo se convirtió en obra de teatro y sus autores me liaron, pero con el IVA cultural por las nubes y con la crisis, la cosa costó arrancarla. Recorrí en un invierno desde los teatros de la Gran Vía de Madrid a los de Andalucía, Valencia, Navarra, Aragón o el teatro Colón de Coruña, donde un día cantó la Calas, hasta terminar en el Teatro Principal de Palencia, gracias a la amabilidad de la Diputación. En esa bombonera, frente a Las Claras, me junté con un montón de amigos. Fue una delicia. Aunque iba a ser la última, lo cierto es que me llamaron para hacer cuatro actuaciones más en el teatro Amaya de Madrid. Algo curioso. Pero meterse a hacer teatro es como convertirte en marino de la noche a la mañana. La gente de teatro tiene su propio lenguaje. En el mar no hay cuerdas, hay cabos. No hay izquierda o derecha sino babor o estribor. Pues en teatro es parecido. No hay focos, vives entre cajas y el primero que te espera tras los aplausos es el de la SGAE para que le pagues en efectivo el tanto por ciento que le corresponde. Gente la del teatro, por cierto, que nunca ha estado bien y en estos tiempos las está pasando canutas.
  • Se caracteriza por saber reírse de sí mismo, ha llegado a vivir de ello y coincidido con muchos personajes públicos o políticos. ¿Quién de ellos cree que cultiva mejor esta faceta?
  • En el programa Lo más +, para presentar al diplomático Chencho Arias, convertimos el plató en el mercado navideño de la plaza Mayor de Madrid. Fernando Schwartz, Ana Siñeriz y Javier Coronas gritaban: «Chencho, Chencho, ¿dónde estás?». De pronto apareció entre la niebla y Fernando dijo: «Joder Chencho, cómo has crecido». La situación fue realmente memorable.
  • Colaboró en Las mañanas de Radio Nacional de España (RNE) y ahora está en Gente Despierta por la noche, aunque también lo hizo en la SER. ¿Ha cambiado mucho la radio pública y privada para adaptarse a los distintos formatos de comunicación?
  • La radio en general, como todos los medios, ha perdido inversión pero no pulso. Cada vez se trabaja con menos medios y profesionales y sin embargo se escucha más. Antes se hacía crónica de calle y ahora las nuevas generaciones tienen el peligro de hacer sólo periodismo de Internet o de rueda de prensa y ese es un problema. A mí me prohibían ir a ruedas de prensa. Creo que he estado en dos o tres en mi vida y la moda de hacerlas sin preguntas o filtradas es para levantarse e irse. La radio iba a morir por culpa de la tele pero ahora la generalista la ve un público muy mayor y eso es un problema para los anunciantes que la mantienen.
    En tele tengo la suerte de hacer un programa divertido como Aquí la tierra o he trabajado en algo para un público más específico como El rey del pincho en Canal Cocina y estuve junto a las cazuelas de Arzak, Subijana, Quique Dacosta, Ruscalleda, Susi Díaz, Francis Paniego, que en lo suyo están en el top 10 mundial.
  • Los jóvenes prefieren las redes sociales y se alejan de los medios tradicionales. ¿Hay que renovarse o toca morir en la profesión periodística?
    Es complicado. Creo que es necesaria una RTVE pública de calidad que no base su oferta en índices de audiencia. Los medios de comunicación privados se basan en la publicidad. En radio suele soportarse, en televisión somos muchos los que hace años que no vemos un anuncio por la nueva forma de consumir en pantallas. Los medios escritos para los jóvenes son solo los que están al alcance de su móvil. Rentabilizar eso no es una tarea fácil después de que algunos periódicos apostaran por el gratis total para cargarse a la competencia sin darse cuenta de que no había vuelta atrás.
    Pero la gente en este mundo actual de las bulerías que llamo, el mundo de los bulos continuos, necesita tener referentes que le digan la verdad. El oficio no desaparecerá. El negocio hay que encauzarlo y con la que está cayendo no es fácil. Por ejemplo, en radio está el podscat para escucharlo cuándo y dónde quieras. Escribí cinco capítulos de mi vida laboral divertidos y se escuchan en la web de RNE. Han tenido tanto éxito que me han encargado seis más. La gente ahora me reconoce más por mi voz, jajaja.
  • Le gusta escribir, hace varias colaboraciones y es autor de los libros Un oso de peluche mata a 2.500 truchas (2008); Señor, no te preguntamos por qué te la has llevado, te damos las gracias (2005); Un yanqui de chiste (2003) y Typical Spanish (2001). ¿Cuál de ellos le dio más satisfacciones?
  • Los libros son buenos para cortar con tu ritmo, que te entrevisten en medios de la competencia sin que se enfaden tus jefes y charlar con personas impensables sobre lo escrito. A mí Typical Spanish me gustó porque veía a la gente en el metro leyéndolo y riéndose a la vez. Me sigue gustando escribir. He trabajado mucho en Yo Dona, DT, Instyle, Elle, Elle Gourmet y esto me permite seguir haciendo muchos guiones de presentación y presentar, de hecho, muchas galas de revistas y eventos de todo tipo desde hace años.
  • Su faceta humorística empezó a cultivarla en el colegio Maristas hasta que fue a la universidad. ¿Le marcó su vocación algún hecho concreto?
  • Supongo que en casa uno se educa en valores importantes como la responsabilidad, el respeto, la paciencia, el saber estar y el sentido del humor y, una vez que absorbes ese montón de cosas, tus padres te mandan al colegio a aprender. En los Maristas nos pilló una transición política del viejo régimen a la apertura y por la pizarra, como en una película, pasaron profesores con sotana negra y otros con algo más de colorido ante clases repletas de alumnos por el baby boom. Si el profesor era soporífero y la gente se descentraba yo toreaba la situación y el foco de atención se desplazaba a la parte de atrás, donde yo me sentaba. Pocas veces defraudé las expectativas de compañeros y hermanos maristas que se crecían en el castigo.
  • ¿Le está dando juego para preparar algún proyecto el nuevo gobierno de coalición o temas de los que se puede sacar punta como el coronavirus?
  • España está metida en un proyecto clave y se debe salir de esta reforzados y aprender de los errores. El país que tiene que surgir de aquí debe ser con el pueblo solidario y entregado que estamos viendo en esta Europa malherida. Es el momento de unirnos para levantarnos y todos los políticos de cualquier signo deberán estar a la altura o, al menos, no estorbar.
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