Fallece Luis Pinar, extécnico de sonido de Radio Madrid

Luis Pinar (izquierda)

Gorkazumeta.com publica su obituario: Luis Pinar perteneció a esa raza de tipos encantadores con los que uno se encuentra una vez en la vida, y hay que sacarles provecho: hay que aprender de ellos, situándose lo más cerca posible. Y eso fue lo que hice siempre. Luis no era técnico de formación, sino que alcanzó esta condición por su esfuerzo y tesón a lo largo de los años. No dejó de reciclarse, de progresar, de mejorar. Y a quien se encontraba por el camino le transmitía estos mismos valores, como si en su caso no le hubieran supuesto ningún trabajo, quitándose mérito, sin olvidar nunca la humildad de los grandes hombres. Los que se hacen con trabajo, no por una tarjeta de visita.



Cuando todavía no se ha cumplido ni un mes de la muerte de uno de sus compañeros en el Departamento de técnicos de Radio Madrid, José Antonio González, a quien también dediqué un recuerdo, próximo el fin de año, me entero de la muerte de Luis Pinar, gracias a varios amigos comunes. Todos guardamos el mejor recuerdo de Luis, el más destacado, su bonhomía. Cerremos cuanto antes este 2022, ¡por favor!

El padre de Luis Pinar trabajaba en el taller de reparaciones de aparatos de radio que estaba ubicado junto a la tienda de receptores (en los albores había que vender muchas radios para hacer ‘parque’ y, si se estropeaban, había que repararlas), en la primera planta de Gran Vía 32. Trabajaba de ayudante del repartidor. Y ahí entró un imberbe y adolescente Luis Pinar, con quince años, como meritorio. Un año después le hicieron fijo de la casa, con un sueldo de 350 pesetas al mes (algo menos de dos euros actuales). Y le dieron otro destino: la sexta planta. Pinar ‘ascendía’ a categoría de botones en el Departamento de Programas, y le encargaron ocuparse de la reproducción, con multicopistas, de forma manual, de los guiones de todos los programas que se emitían. El jefe de aquel departamento era Manuel Aznar, padre de Jose María Aznar.

A Luis Pinar, aquella protofotocopiadora le iba a introducir, sin él saberlo, en un mundo fantástico pleno de imaginación y de ilusión, poblado por nombres míticos en la historia de la radio contemporánea, como los grandes actores de las radionovelas, como Juana Ginzo, Matilde Conesa, Matilde Vilariño, Pedro Pablo Ayuso… directores como Antonio Calderón…. montadores musicales como Remedios de la Peña o Enrique Aroca… hasta guionistas de radio como Basilio Gassent, Eduardo Vázquez o José Mallorquí. Nombres inolvidables todos ellos de aquella radio que no podía informar, y solo le quedaba imaginar.

Con el tiempo, aquel jovencísimo botones, emprendió el camino de la reconversión profesional y entró a formar parte, de unos de los Departamentos, hoy desaparecido, pero entonces de vital importancia para la emisión: la discoteca. Ahí le pilló el 23 F, de 1981, el intento de cargarse por la fuerza la incipiente democracia española, surgida de la dictadura franquista. Luis Pinar fue el encargado de preparar una numerosa lista de discos de marchas militares ante la posibilidad de levantar toda la programación. En Radio Madrid se recibió una llamada que anunciaba la visita inminente de un destacamento de la Guardia Civil. Finalmente, el anuncio, por fortuna, no se confirmó, y los discos volvieron a su lugar correspondiente.

No sin esfuerzo, Luis Pinar ingresó en el Departamento de Técnicos de Radio Madrid. Al poco tiempo de llegar a su nuevo destino, le tocó hacer una visita al entonces Centro Emisor de Radio Madrid, y nunca olvidó lo que vio, según me contaba en una entrevista que tuve la suerte de hacerle en el año 2012: “Vi una gran habitación llena de cables, donde destacaban unas enormes válvulas, de cerca de un metro de altura, responsables de que aquel formidable artilugio pudiera emitir las ondas al éter. Me parecía algo mágico que el sonido pudiera propagarse gracias a aquel ingenio. Ahora observas un microchip y resulta imposible comprender cómo, en una cosa tan pequeña, puede almacenarse tal cantidad de información. Desde luego a mí se me escapa”, me reconocía, sincero.
Luis Pinar vivió una época de oro de la radio española, en el mejor lugar donde podía vivirse, la Cadena SER, entonces mucho más conocida por el sobrenombre de Radio Madrid. Vivió intensamente el período de la censura, la época reciente más grisácea de España. Vivió, en vivo y en directo, desde una posición privilegiada, como actor de reparto, la llegada y la eclosión de la democracia, la legalización del Partido Comunista, o el triunfo, impensable pocos años atrás, de los socialistas. “He tenido el placer de tomar café con los monarcas, con presidentes del gobierno y conocer a cantidad de personalidades… ¡qué quieres que diga de la radio que dejé…! la radio que dejé fue mi universidad de la vida y de alguna forma lo seguirá siendo. Como es natural la radio actual no tiene nada que ver con aquélla, pero aquélla tampoco podía mantenerse, al igual que la actual tendrá que evolucionar…”, me confesaba.

Por eso, al releer estas líneas entiendo mucho mejor lo que me dijo, porque sabía entonces, y sé ahora, que me las decía absolutamente convencido: “Yo no le he dado mi vida a la SER, creo que la SER me ha dado a mí más de lo que yo le he dado a ella”. Luis Pinar trabajó con Bobby Deglané, con Raúl Matas –“aprendí a su lado lo que es el trabajo y la dedicación. Un enorme maestro de la comunicación”-, con Iñaki Gabilondo, de quien recuerda su mirada a los técnicos, directa, intensa, inquisitiva. Como aquel día en que al “Hoy por Hoy” llegó la noticia de un atentado de ETA. Iñaki improvisó un comentario sobre lo ocurrido y a los técnicos les tocaba buscar un tema musical para cerrarlo. Pero no había ningún disco en control que pudiera encajar. Iñaki terminaba su comentario y hacía gestos apremiantes de que tuvieran preparado el disco para salir. Pero no había ninguno apropiado. “Al final, en medio de la tensión, puse el primer disco… y resultó ser una canción de los Beatles… Yo no sabía dónde meterme… de verdad”.

Luis Pinar siempre fue un alma inquieta, vivaracho, positivo, proactivo, siempre dispuesto a ofrecerse, allá donde fuera necesaria su participación. Como cuando en 1996 Antonio García Ferreras, entonces director de los Servicios Informativos de la SER, tuvo que cubrir las matanzas en Ruanda, y el antiguo Zaire, hoy Congo, entre tutsis y hutus. El técnico que acompañó a Ferreras fue Luis Pinar, que tuvo que cargar con uno de los primeros transmisores vía satélite porque había que emitir en mitad de la nada. Incluso tuvieron que cargar con un generador eléctrico. La señal llegaba potente y clara desde el corazón de África. “La experiencia fue bastante dura por todo lo que vimos y vivimos, pero al mismo tiempo fue un éxito poder contar en directo lo que allí estaba pasando. Estuvimos más de un mes en esa zona y a la vuelta a España nos dimos cuenta de que con la misma rapidez con que se difunden las noticias, igualmente se olvidan”.

Cuando se jubiló, Luis Pinar se dedicó a viajar todo lo que pudo. Era un trotamundos, y sabía apreciar como pocos cada minuto del viaje. Cuando te contaba sus recorridos a lo largo y ancho del mundo te transportaba a su destino, porque lo vivía con absoluta intensidad. Pero nunca alardeaba de nada, y tenía mucho para hacerlo. Así se ha ido también, en silencio, sin hacer mucho ruido, después de haber vivido mucho. Tuve la suerte de conocerle, de tratarle, de aprender de él y de su incuestionable afán de superación, de su bonhomía, cercanía y facilidad para empatizar. Era cariñoso como pocos, si podía te ayudaba, sin pedir nunca nada a cambio. Y, siempre, con una sonrisa y los ojos, pequeños, entrecerrados, sinceros, entregándose a su interlocutor. Luis, me hubiera gustado darte un abrazo más, siempre fueron pocos. Descansa en paz.

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