El nacimiento de Radio Huesca y Manuel Lalana, su técnico fusilado

Radio Huesca

Javier Barreiro escribe en aragondigital.es: Hace unos días se conmemoraba el 90 aniversario (5-11-1933) del nacimiento de Radio Huesca EAJ-23 con un Festival en el Teatro Olimpia.
Esa primera emisión fue a las doce del mediodía. Entonces, la mayoría de los programas eran en directo y lo primero que se escuchó en el pequeño estudio de la calle de Goya fueron las palabras de las autoridades.
Vinieron después interpretaciones del pianista Sastre y el violinista Coronas, para finalizar con la actuación estrella: jotas de las dos grandes cantadoras oscenses de su tiempo, Camila Gracia y Gregoria Ciprés, por entonces en los primeros años de su carrera.



Es difícil entender desde el hoy la trascendencia social que tuvo la radio en sus inicios. Más, en pueblos y ciudades pequeñas con escasas posibilidades de estar al tanto de la actualidad, no sólo por el gran porcentaje de población analfabeta, sino por los escasos periódicos que llegaban al casino, si lo había, y a los contadísimos suscriptores que solían coincidir con las fuerzas vivas. Una anécdota real, que nos contaba mi padre y que luego reflejó en su novela “Zorrocotroco”, da cuenta de cómo esas fuerzas vivas, reunidas en casa del boticario, el único en La Almunia poseedor del aparato, decidieron disfrutar a costa de uno de los vecinos, gran admirador de Azaña y lo convocaron para escuchar un discurso del entonces presidente del Gobierno, para lo cual uno de ellos, buen imitador de voces, copió algunos párrafos de discursos del político que había publicado la prensa y, oculto bajo la mesa en que se colocaba el aparato, los lanzó al aire, para terminar su alocución con más o menos estas palabras:“…
y todo nuestro reconocimiento, también, para esos ciudadanos anónimos que, en la soledad de sus pueblos, trabajan por la democracia, la libertad y el progreso.
Como don Benito Roy, ¡Que todo se sabe!”. Benito quedó como apopléjico unos instantes y salió a la calle dando voces: “¡Qué gran hombre! ¡Qué gran hombre, don Manuel!

Días antes de la inauguración de la emisora oscense, la tienda de muebles de Ángel López (Ramiro el Monje, 27) vendía aparatos de radio a la exigua cantidad de 5 pesetas.
A pesar de ello, es de suponer que, aparte del casino y algún establecimiento público, apenas habría unas decenas de oscenses que hubieran accedido a la caja parlante y es seguro que en muchas de sus casas convocarían a vecinos y amistades, lo mismo que pocas décadas después ocurriría con la televisión.
De cualquier modo, el magro personal de empleados de la emisora se haría popular en poco tiempo, sobre todo el locutor –por entonces, “speaker”– señor Oliván, los dos músicos citados, Sastre y Corona y, en menor grado, el responsable de que la radio funcionara, Manuel Lalana Atarés.

Nacido en 1908, este Lalana fue el primogénito de Manuel Lalana Vallés, el industrial almudevense que creó y comercializó el Anís Pedro Saputo sobre lo que escribí hace unos años.
Padre e hijo viajaban en coche cuando, en 1915 y por razones políticas, el empresario sufrió un ataque armado que estuvo a punto de acabar con ambos. El pequeño Manuel contaba solamente 7 años. Después, estudió en Francia, donde se convirtió en un gran técnico en telecomunicación eléctrica, lo que le valió para convertirse en el principal experto en la puesta en marcha de Radio Huesca. Era también propietario de una tienda en el número 3 de la calle Salvador, que vendía distintas marcas de aparatos emisores, lo que deparó la llamada “Guerra de los arradios”, entre Lalana, el citado Ángel López ,que comercializaba la marca Westinghouse , la librería Martínez, que vendía el Fada gran formato y el modelo más ligero llamado Ruiseñor. El Bazar Lasaosa, cuarto competidor, ofrecía la marca Iberia Radio.

Pero, volviendo al técnico Manuel Lalana, afiliado a la CNT, tuvo por compañera a Pilar Huete, que le dio dos hijas, Alsacia y Raquel, que no fueron bautizadas, caso parecido al del hoy famoso artista Ramón Acín con el que asimismo coincidió en las circunstancias de su muerte. Detenido el 21 de julio de 1936, fue torturado y fusilado con otras 94 personas el 23 de agosto, como represalia al bombardeo que ocasionó dos víctimas civiles en la ciudad. Esta vez las balas fueron más certeras que en la ocasión en que acompañaba a su padre.

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