El día que a Mariano Revilla (ex Cadena SER) le apuntaron con un subfusil

Mariano Revilla

C. Moral le ha entrevistado para eldiadigital.es: El 23-F de 1981, Mariano cubría la información parlamentaria cuando los golpistas asaltaron el Congreso. Rápidamente, escondió un equipo de grabación dentro de su bolsa de deporte para dar testimonio fuera de lo que ocurría dentro.



Con mi edad y con la misma profesión, a Mariano Revilla ya le habían apuntado con un subfusil, le habían amenazado de muerte y había estado cerca de sufrir un accidente de helicóptero que podría haberle costado la vida. El periodismo ha perdido toda su épica. En estos últimos cuarenta años desde aquel 23-F, el objetivo del periodista sigue siendo el mismo: defender esa parte esencial de la libertad que es la libertad de información. Pero no nos jugamos la vida, sólo el trabajo. Cuando el 23 de febrero de 1981, el teniente coronel Antonio Tejero asaltó el Congreso de los Diputados, Mariano Revilla tenía 31 años, trabajaba en la Cadena Ser y su única preocupación era que lo que estaba ocurriendo dentro de las Cortes, se supiera fuera. El Día Digital de C-LM le ha preguntado hoy qué se siente cuando a uno le apuntan con un arma de fuego.

Cuando está en Carrascosa del Campo, Mariano pasa las horas quitando las malas hierbas de su jardín, cuidando las plantas, leyendo, escuchando el trino de los pájaros y contemplando las estrellas. Hace once años decidió comprar una casa en este pequeño pueblo de la provincia de Cuenca imitando a algunos compañeros de la emisora. “Paso mucho tiempo allí, siempre que puedo, porque me siento muy feliz. El pueblo me da la vida”. Se prejubiló de la Comunicación a los 63 años con la condición de regresar si la Cadena SER le necesitaba y bastaron tan sólo tres meses para que volviera a pisar la emisora. Desde entonces se dedica a la ficción. Actualmente, dirigiendo la realización de dos programas: ‘Un libro en una hora’ y ‘Con las botas puestas’.

A la radio ha dedicado su vida entera desde que, con catorce años, empezara de aprendiz barriendo las virutas del taller mecánico, limpiando ventiladores, poniendo enchufes, siendo el chico de los recados y observando con admiración a grandes referentes del periodismo con los que se cruzaba por los pasillos. Con el bagaje y el aprendizaje que da crecer en una emisora, Mariano terminó ostentando distintos cargos de responsabilidad. Sus últimos quince años fue director de producción, operaciones y coberturas especiales. Sin duda, la etapa más feliz para él: “Me permitía dar rienda suelta a mi creatividad y desarrollar todas las ideas que tenía”.

El día 23 de febrero de 1981, Mariano se encontraba en el Congreso de los Diputados cubriendo la votación para la investidura del nuevo presidente del Gobierno, José Calvo Sotelo. “Era un día más de los que acudíamos a seguir la información parlamentaria hasta que, en plena votación, oímos unos disparos dentro del hemiciclo. Abrí la puerta de la cabina de teléfono donde estábamos y vi a todo el mundo tirado en el suelo, a los militares pegando tiros y moviéndose de un lado a otro, como locos”. Fueron apenas unos segundos en los que todo transcurrió deprisa y la curiosidad por lo que estaba sucediendo podía más que el miedo. “Vino el periodista José Antonio Ovies a decirme que cogiera el magnetófono para ir a grabar. Él salió delante de mí y cuando yo salí, treinta segundos después, le vi tumbado en el suelo de las escaleras, boca arriba, y a la guardia civil apuntándole con un fusil”. Fue entonces cuando Mariano se dio la vuelta y protagonizó, sin él saberlo entonces, uno de los mayores actos de valentía de aquel día en el que se intentó derrocar la democracia en España. “Rápidamente quité todos los aparatos con los que estábamos emitiendo y los metí encendidos dentro de una bolsa de deporte y apagué la luz. Luego me fui a otra cabina y coloqué otro equipo de repuesto a la vista, también encendido, coloqué los micrófonos para que se viese que modulaba y que había señal”. El relato de Mariano es descriptivo y certero. Han pasado 41 años, pero mantiene el recuerdo muy vivo. “Allí estuvimos un rato hasta que apareció un guardia civil con una pistola. ¿Que qué se siente cuando te apuntan con un fusil? Sale el instinto de supervivencia y también hay temor, pero ante todo sentía que debía conseguir que lo que estaba ocurriendo dentro, se escuchara fuera”. Otra de las mayores preocupaciones de Mariano en aquellos instantes era cómo esconder a su compañero, Emilio Olabarrieta, que estaba a punto de jubilarse: “Vi una escalera de la limpieza y pensé que, en último caso, subiríamos al techo de las cabinas, nos tumbaríamos allí y luego daría una patada a la escalera”. En aquella cabina permanecieron veinte minutos, quizás media hora. “Es difícil medir el tiempo cuando sientes que lo que está pasando no es ninguna broma. Nadie sabía cuál iba a ser el final”. Tal y como Mariano había previsto que sucedería, los mandos cortaron los micrófonos del equipo que permanecía a la vista e ignoraron lo que había en el interior de aquella bolsa de deporte que permanecía en una cabina a oscuras. Después. los periodistas fueron obligados a abandonar el Congreso y conducidos fuera del hemiciclo. “Recordé que me había dejado dentro mi carné de identidad y temía que si alguien lo encontraba, aquel acto podría traerme consecuencias”. Aquella se convirtió en su principal obsesión hasta que pudo recuperarlo de nuevo por la tarde.

Para Mariano, el 23-F se convirtió en uno de los momentos más importantes que ha vivido. Gracias a que dejó los micrófonos abiertos, la Cadena SER pudo seguir transmitiendo la señal que se generaba desde el Congreso. De hecho, fue la única radio que pudo informar de lo que estaba ocurriendo en el hemiciclo. “Mi preocupación era profesional, no personal. Aquello tenía que sonar, fuese lo que fuese que allí pasase”. Hoy, cuarenta y un años después de aquel día, rememora la preocupación de su familia al reencontrarse después de salir del Congreso. Sin embargo, a las dos horas de estar en casa, regresó a la emisora. “No podía permanecer allí. Así que volví a la Cadena SER y más tarde acompañé a José María García a montar una unidad móvil. Allí estuvimos hasta que vieron que el golpe de Estado había fracasado”.

Mariano se convirtió así en protagonista involuntario por haber sido capaz de burlar el control de los golpistas. La línea de sonido que emitía señal, escondida en su bolsa de deporte, permitió conocer todo lo que estaba sucediendo en aquellas horas cruciales para la historia de un país entero. Después de aquello, recibió varias amenazas de muerte, pero él asegura que volvería a hacerlo otra vez.
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