José Manuel León (Radio Córdoba): “Las cosas de la política no me interesan. Me interesa la política de las cosas”

José Manuel León

16.09.2025.- Marta Jiménez le ha entrevistado para eldiario.es: El director y presentador de ‘Hoy por Hoy Córdoba’, el magacín local de la SER, reflexiona sobre la radio, la ciudad y la vida con quien fue su compañera de antena durante más de quince años.

Cuando José Manuel entró a trabajar en Radio Córdoba en 1990 todos empezamos a llamarlo Gigi (pronunciado yiyi). Alguien le había puesto el mote de DJ (pronunciado diyei) como novatada. La manera de pronunciarlo de Rafael López Cansinos, el gran locutor de aquella casa y de aquella ciudad, nos hizo tanta gracia a todos que así lo bautizamos.

En esta charla de domingo la entrevistadora cruzará una línea roja: hablar de sí misma. Nada de la profiláctica distancia y la hipotética objetividad periodística de los medios escritos. Algo que siempre, por cierto, es mucho más relajado en la radio, gracias a la naturalidad de la oralidad.

Pero la vida está por encima de cualquier orden profesional y ni siquiera me siento impostora. Porque José Manuel León y yo formamos pareja radiofónica, esa cosa tan demodé a lo Joaquín Prat y Laurita Valenzuela, durante más de quince años al frente de Córdoba Hoy por Hoy, como se llamaba entonces el magacín local de Radio Córdoba (entre 1996 y 2011).

Ninguno de los dos habíamos estudiamos la carrera de periodismo ni sufrimos de titulitis, así que, además de otros paralelismos vitales, nos unieron años de estrés y de risas, de tomarle el pulso a la ciudad con rigor delante del micro y con surrealismo tras la máquina de escribir, el fax y los primeros ordenadores.

Él a mí me llamaba Martaka.

Una aventura hiperlocal de la que yo un día decidí bajarme y que José Manuel continuó, al ser menos diletante que yo y más fiel al camino con el que la vida lo sorprendió, hasta convertirse en el rey de las mañanas cordobesas.

P. ¿Cómo se siente el entrevistador siendo entrevistado?
R. Muy raro. Cuando me propusiste la entrevista, lo primero que pensé fue en decirte que no porque me daba vergüenza. Luego pensé, bueno, si Marta, que tiene buen criterio, me conoce, cree que tengo algo interesante que contar, por algo será. Pero en realidad, me siento muy muy extraño, muy vulnerable y mira que en este trabajo estamos siempre muy expuestos, pero tenemos nosotros las riendas y ahora pues no sé, ¿qué me vas a preguntar? Entonces me ha faltado pedirte el cuestionario como los militares.

P. Menos mal que no lo has hecho, hubiera dicho muy poco de ti.
R. Por eso no lo he hecho, pero ganas no me han faltado.

P. Creo que es un ejercicio interesante esto de ponerse al otro lado, por el que todo entrevistador debería pasar.
R. Sí, la verdad que sí. Pues mira, ahora que lo dices, bueno, cuando acabe la entrevista te lo digo si la recomiendo a otro. Pero como propuesta sí que me parece muy interesante y, además, es la primera entrevista que me hacen.

P. ¿En serio?
R. Sí, alguna pregunta para algún trabajo de estudiantes, de los becarios que han venido, que necesitaban completar sus trabajos fin de carrera con algún testimonio, pero como entrevista de interesarse otro medio por mi trabajo es la primera vez.

P. La realidad es que los que nos dedicamos a esto tendemos a darle mucha importancia al resto de profesiones y muy poca a la nuestra.
R. Sí, eso, y tenemos un poco de complejo, yo creo, ¿no? Nos han inculcado mucho el no ser los protagonistas de la noticia y al final llega un momento en el que, bueno, hemos dado voz a cientos de colectivos que tenían mucho menos que contar, probablemente, que nosotros. Cuando algún medio ha pasado por momentos difíciles laborales, nosotros los tuvimos hace unos años, como casi todos por la crisis y fuimos foco de atención, ahí me di cuenta que, caramba, nuestros problemas también eran importantes, no solo para nosotros, sino para la sociedad, porque si los medios no funcionaban bien, pues eso tiene luego sus consecuencias en la sociedad. Pero normalmente se habla poco de los medios, más allá del ruido que se genera en torno a ciertos personajes, protagonismos, quién está con quién, famoseo, pero de la esencia periodística hablamos menos de lo que se debería, creo.

P. Existen pocas atalayas como estar delante de este micro para mirar la ciudad y para que toda la diversidad cordobesa pase por un mismo sitio.
R. Eso es un reto muy importante, el estar abiertos a todos, mucho más allá de lo que a ti te interesa personalmente, de lo que te gusta, de tus afinidades. Yo siempre digo que prácticamente en una semana de programa, a mí personalmente pueden interesarme dos de los catorce temas que he podido tocar. Sin embargo, los toco todos y me los preparo todos y los trabajo todos con el mismo interés que si el tema a mí me gustara. Si solo habláramos de lo que nos gusta, pues serían programas especializados, cada uno en lo suyo, pero no sería un magacín. En un magacín hay que hablar de todo, de todo.

P. A mí me encantaban los programas especializados.
R. Es verdad. Yo siempre me he sentido y estoy cómodo hablando de temas que a priori no me atraían porque me ha supuesto un reto de preparármelo, de abrirme a escuchar otras personas. De hecho, me he interesado luego por temas que no me interesaban al principio, como por ejemplo, el tema cultural. Yo no he sido una persona apegada a la cultura ni que la haya vivido intensamente, pero he tenido la responsabilidad de abrir el programa a la cultura de Córdoba. He buscado normalmente quien me echara una mano para no meter la pata mucho, para que esa sensibilidad realmente fuera precisa y tampoco no llamar a los de siempre o dejar fuera a otros colectivos que tenían cosas interesantes que decir. Pero yo me he exigido aprender de cultura para poder hablar de cultura y era un tema que a priori, pues no.

Sin embargo, me gusta mucho el fútbol y modero mucho el tiempo que le dedico al fútbol porque si no me iría a hacer deportes, por ejemplo. Igual que eso, pues he ido aprendiendo muchísimo haciendo el programa, infinidad, vamos.

P. ¿Y cómo comenzó todo en la radio? ¿Cuándo y cómo te picó el gusanillo?
R. Fue una serie de casualidades y de circunstancias bastante rocambolescas. A mí siempre me había gustado contar cosas desde pequeño. Me acuerdo que me presenté y gané un concurso de redacción que convocaba Coca-Cola hace mil años y que la final fue en el Instituto Séneca. Los profesores siempre me habían animado a que, igual que era un auténtico desastre en matemáticas, había algo que a mí se me daba especialmente bien ya en el instituto, que era resumir, o sea, ser capaz de reducir mucho un tema complejo y que se entendiera, lo de quedarme con la esencia de aquello. Mis apuntes se rifaban en el instituto por eso. Y una cosa ya te va llevando a la otra.

Un día llegaron a mi barrio unos chicos que venían a montar una emisora en la asociación de vecinos de Cañero, pidieron permiso a la asociación por si les dejaba una pequeña habitación que tenían ahí olvidada en una segunda planta. Se accedía con una escalera de caracol, me acuerdo perfectamente. Eran dos chicos aficionados a la electrónica que no les interesaba nada lo que era la radio, pero la electrónica sí. Y en aquel momento la tecnología era muy accesible y permitía que con una pequeña mesa de mezclas casera y un pequeño emisor y un tocadiscos que te sobrara de casa podías montar una emisora de radio y allí la montaron, y yo me llegué por casualidad.

P. ¿Cuántos años tenías?
R. Pues calculo que yo ahí tendría unos 17 años. Me llegué y le dije si podía participar. Me preguntaron, ¿te gusta la radio? Yo era muy oyente de la radio, muy oyente. Les dije, sí, sí, a mí me encanta la radio. ¿Quieres presentarnos unos discos? Y como no tenía mucha vergüenza en aquel momento, pues los presenté imitando a Rafael Carlos Padilla, que era mi locutor favorito de Radio Córdoba, porque escuchaba Radio Córdoba, Los 40 y el equipo de guardia, a Ramón Medina y a toda esa gente.

P. Rafael Carlos Padilla. Una voz extraordinaria. Palabras mayores.
R. Sí, sí, sí. Y lo imité, vamos, lo imité y les gustó. Oye, este chico vale, decían. Fue la primera vez que me dijeron que yo era bueno para algo. Estaba encantado. Desde ahí siempre me ofrecía para presentar los actos que se organizaban por la asociación de vecinos. En el escenario, presentaba los grupos, no me daba vergüenza, me gustaba, me sentía a gusto haciéndolo y una chica que trabajaba en una televisión local se fijó en mí y me dijo, oye, esto se te da a ti bien, necesitamos a alguien. Era Canal Córdoba, era la competencia de Procono en aquel momento. ¿Te gustaría venir y trabajar con nosotros, hacer una prueba? Por supuesto. Imagínate, con 17 años, estudiando COU y mal estudiante. Aquello era una auténtica maravilla. Y me encargaron un reportaje que era con motivo del Día de San Rafael. Me dieron una lista de Rafaeles famosos de Córdoba. Tienes que ir con un cámara y hacerle una entrevista a cada uno de estos Rafaeles. Un director de concesionario, el dueño de una tienda… Y uno de ellos era Rafael López Cansinos, de Radio Córdoba.

¡Buah!, dije, qué oportunidad para entrar a Radio Córdoba y que me dejen entrar porque yo había intentado entrar una vez a la emisora dando un paseo por el centro, para verla, por la curiosidad y no me dejó, Chari [la telefonista y recepcionista de entonces]. Luego la conocí y la quise muchísimo, tú la recordarás, y no me dejó, me dijo, no, no, no, no se puede entrar. Me quedé con una cara de tonto impresionante y dije, pues esta vez me tiene que dejar entrar. Y entré.

Me presenté con un cámara y Rafael López, muy profesional, en uno de los estudios nos atendió, me acuerdo que me preguntó, ¿cuándo va a salir la entrevista? Por saber si te digo, buenas tardes o buenos días. Nunca me habían preguntado eso. Yo dije, qué profesional, cómo controla, qué maravilla. Yo le hice las preguntas que me habían dicho que les preguntara, porque yo llevaba un cuestionario. Cuando acabé le dije, Rafael, yo soy muy oyente y a mí lo que me gusta es la radio y con toda la cara del mundo le pregunté, aquí no habrá un hueco, ¿no? ¿Necesitaréis a alguien? Fue así y me dijo, pues creo que están buscando a alguien, pero no para Córdoba, para Écija. Le voy a dar tu nombre al director, que entonces era Federico hijo, Fede Algarra. Yo dije, qué oportunidad, qué maravilla. Ese día era el chico más feliz del mundo. Había entrado a Radio Córdoba, había entrevistado a Rafael López Cansinos, me había sentido un profesional y me iba a recomendar.

P. ¿Cuánto tardaron en llamarte?
R. Me llamaron a los dos días.

P. Qué tiempos.
R. Me llamó Fede, me dijo que me presentara un día por la tarde, que me atendería un tal Rafa Fernández, técnico, con el que luego he tenido una relación extraordinaria y que me harían una prueba y me presenté en la radio todo nervioso. Imagínate, una prueba, qué prueba me van a hacer a mí, que yo no tenía formación en ese momento y que lo único que hacía era por intuición, que es algo que me ha guiado siempre profesionalmente, intuición, imitación cuando no he sabido qué hacer, digo, bueno, quién lo hace bien, pues vamos a hacerlo como tal o cual.

P. Tranquilo. Todos entramos así, así por imitación y por intuición.
R. Pues así fue. Y me hicieron la prueba que estabas tú, que me ayudaste.

P. Venga ya
R. Sí, a ver, mi prueba de acceso a Radio Córdoba consistió en leer una noticia, locutarla, resumirla y luego presentar varios discos de los que poníais en los 40 Principales. Y tú estabas haciendo turno. Y cuando me diste el disco me dijiste, se dice Mili Vanili [por Millie Vanilli].

P. (carcajada)
R. Y me acuerdo que pensaba, Marta Jiménez me estaba ayudando, o sea, para mí tú, Ángel Porras, todo el equipo de Los 40 eran los influencers de la época. Claro, fue muy guay y me cogieron. Pero yo pensé, bueno, no me van a llamar, esto lo harán a muchos y no habré sido el mejor que ha pasado por aquí. Me llamaron al día siguiente por si quería el puesto, pero era en Écija. Tres meses aquí para formarme y luego hala, a volar a Écija.

P. En esos tres meses recuerdo que conectamos mucho. Nos caímos bien.
R. Sí, claro, casi la misma edad y además tú habías sido mi madrina y eso no se olvida.

P. Pues yo no me acordaba de eso.
R. Pues yo sí. Estuve tres meses aquí compaginando 40 Principales, que yo hice turnos de 40 Principales, que fueron los meses de mayor fama de mi vida, porque nada se comparaba con los ciento y pico mil oyentes de aquellos años.

P. 130.000 oyentes llegamos a tener en un EGM [Estudio General de Medios]. Era año 90, ¿no?
R. Año 90. Aún no existían las otras un radiofórmula. Salí de fiesta una noche con Ángel Porras y descubrí lo que era la fama en Córdoba. Ángel era el tío más famoso de Córdoba. Lo invitaban a copas, las chicas lo adoraban, era un imán. Yo me quedaba con la boca abierta diciendo, pero, ¿qué es esto? Era, no sé, como ir hoy con Bizarrap por la calle, algo así. Una personalidad, una generosidad siempre para echarte una mano. Yo a Ángel siempre lo he querido mucho y me trató siempre, bueno, todo el equipo me acogió con mucho cariño, todos estabais ya más rodados en la radio. Yo era el nuevo que venía por un tiempo, que luego iban a mandar a Écija a que se fogueara allí y fue muy bonito.

P. Siempre has hablado con mucho cariño de tu etapa de Écija, lo aprendiste todo allí.
R. Sí, yo hice la universidad en Écija. Yo no hice periodismo, pero yo siempre digo que mi facultad fue Écija. Yo me voy a Écija sin saber absolutamente nada de periodismo, nada. Y a mí me ponen a hacer el matinal, el Hoy por Hoy Écija y el Hora 14. Todo eso lo tenía que hacer yo solo con unos medios escasos.

P. Y con Caridad Marín.
R. Ella era la clásica locutora. Se encargaba de la música, la publi, hacía un montón de cosas, pero a mí me endosan todo aquello. Yo tenía que ir en autocar, no tenía coche. Estuve allí viviendo con una familia casi que de acogida.

P. Parece que estamos hablando de los inicios de la radio, de principios del siglo XX
R. Absolutamente.

P. Es que existía esa figura de locutora o yo me acuerdo de Rafael López Cansinos, Carmen Vela aquí haciendo el programa, bueno, con todo el equipo, ¿no? María Victoria Madrid, Jesús Cabrera, más gente y tal. Pero es que ahora lo pienso, y es verdad que han pasado treinta y tantos años, pero es como la radio de hace un siglo.
R. Ha pasado muchísimo. Todo ha cambiado tanto. La radio se ha profesionalizado mucho y tecnológicamente ha avanzado mucho.

P. Hoy ni tú ni yo hubiésemos entrado como entramos, jóvenes e inexpertos.
R. Bueno, imagínate, sin periodismo ya nadie entra sin la carrera y sin el máster, probablemente dentro de nada con dos másteres. María Eugenia [Vilchez] y yo somos de la de la última generación de no licenciados en la radio.

P. [Carles] Francino tampoco lo es.
R. Ya, pero bueno, él estudió periodismo, no acabó la carrera porque ya tenía trabajo y pensó, no pierdo más el tiempo. Lo vio así en ese momento y además siempre dice que se arrepiente de no haberla terminado o que no se siente orgulloso especialmente. Te lo dijo a ti en una entrevista, pero sí, era otra la radio, era mucho más familiar, se valoraba más que tuvieras cierta habilidad que conocimiento. Ya aprenderás, pero si sabe hablar, si se defiende, si tiene ciertas habilidades sociales y eso era lo que te abría realmente las puertas. Luego ya lo demás, el oficio lo ibas aprendiendo, claro. Y así fue como yo lo aprendí.

P. Para que los lectores más jóvenes sepan de lo que estamos hablando, en aquella época de Hoy por Hoy se terminaba con un, hasta mañana si Dios quiere.
R. Efectivamente. Claro, cuando yo vuelvo a Radio Córdoba después de mi etapa en Écija, donde tuve que aprender a marchas forzadas y ya empecé a hacer un poquito la radio que a mí me gustaba y que luego he podido hacer, una radio más de calle, más cercana, o al menos lo que se pretende, pegada al día a día de la ciudad. Eso me lo valoraron mucho en Écija. Y cuando yo vengo aquí a Córdoba, claro, me encuentro una emisora muy distinta, casi de 20 años atrás, con un programa que prácticamente no llevaba producción ninguna.

Consistía en que el locutor se sentaba, una compañera le daba los titulares del día y a partir de ahí se vendían pulseras imantadas, filtros de agua. Era un continuo escaparate publicitario con cero contenido informativo, ni una tertulia, nada de opinión. Era una radio de acompañamiento, muy para el ama de casa de la época, pero estábamos ya en el 90. Entonces, a mí esa radio me sonaba antigua, me sonaba en blanco y negro, solo teníamos la onda media, eso también marcaba mucho. Y bueno, pues Rafael [López Cansinos] llevaba 45 años en la en la radio, lo había dado todo y estaba el hombre pues ya en retirada. Carmen Vela hacía la agenda cultural.

P. Rafael López venía por la mañana, hacía el matinal, luego se iba a trabajar a Cajasur, porque tenía un segundo trabajo y luego volvía, hacía el Hoy por Hoy y no me acuerdo si hacía el Hora 14.
R. No, él no, lo hacía [Jesús] Cabrera o María Victoria [Madrid], pero ese matinal lo hacía leyendo el periódico al revés. Y si quería se tapaba un ojo, incluso. Pero cogía el Diario Córdoba al revés y lo leía. De hecho, a mí me enseñó a hacerlo. Me dijo, no serás locutor hasta que no leas al revés y yo lo hice muchísimas veces, le daba la vuelta a un periódico y leía. Es complicado. Bueno, lo de al revés lo hacía un poco más de broma, en antena no lo hacía. Lo cierto es que era una radio que no llevaba producción ni tensión informativa ninguna y en antena ya estaba Iñaki Gabilondo.

P. El escalón de lo nacional a lo local era muy fuerte.
R. De décadas, tú lo has dicho bien. Sí, era una radio que de repente se ponía en blanco y negro.

P. Pero aun así, aquella radio también tenía magia. ¿Qué es lo que tiene la radio para que mantenga intacta su magia?
R. La tenía entonces sin contenido, yo creo que por la cercanía, o sea, te está hablando una persona, te está hablando a ti no a veinte, te está hablando a ti y te está contando algo y eso genera un vínculo que no genera la tele, que posee la distancia de la de la pantalla y por supuesto no genera ninguna conversación que puedas mantener en torno a Twitter. No hay color, ese contacto cercano humano. A mí siempre me ha parecido el medio más humano en el sentido de, más emocional, de transmitir mucho a través de un micrófono con la palabra. Obviamente, la imagen tiene una fuerza poderosísima, pero una historia bien narrada a través de la radio, de esas que no te quieras bajar del coche porque no puedes dejar de escuchar lo que estás escuchando. Eso es mágico.

P. ¿Te has emocionado muchas veces delante de este micrófono?
R. Sí, sí, me he emocionado algunas veces, aunque procuro dominarlo. Y he sido testigo de muchas emociones, de oyentes que han llamado, de invitados que se han emocionado y creo que haberlo gestionado bien, haberles dejado que transmitan esa emoción, que es sana y es muy humana, sin caer en el amarillismo de buscar la emoción. Si la emoción ha aflorado, bienvenida sea. Pero nunca he hecho una segunda pregunta para que el invitado siguiera llorando, que imagino que para algunos sería una tentación, pero nunca ha sido mi caso.

Con el tema del chico joven de Córdoba que murió electrocutado en Sevilla en el tren, la noticia de que había aparecido el cuerpo nos llegó un minuto antes de empezar el programa y yo recuerdo que estaba muy afectado porque habían sido días de búsqueda, fue muy intenso aquello y cuando yo tuve que dar la noticia y además era consciente que no le había dado tiempo ni a Twitter ni a la web ni a nadie decirlo, muchas familias que estaban muy preocupadas por aquel chico se iban a enterar por mí. Entonces, coger el tono, el tono preciso, el tono informativo, emocionado, sin ocultar, pero ni caer ni derrapar hacia un sitio, ni derrapar hacía otro. Recuerdo cuando llegué a casa, me dijo mi hija, te escuché muy serio, papá. Digo, bueno, es que era para estar serio. Espero no haber estado dramático, pero sí ha sido serio, es que estaba serio.

La noticia también de Ruth y José, esas informaciones eran demoledoras, pero esas fueron viniendo poco a poco. Fuimos descubriendo, pasaron meses. Se abrió el juicio, se descubrió el error con los huesos. Bueno, dio tiempo a ir a hacer la digestión del terrible drama que se había vivido a las Quemadas, pero el impacto de aquel chico fue tremendo.

P. ¿Eres consciente de la responsabilidad que tiene contar a diario la vida de la ciudad en directo?
R. Soy muy consciente de que estamos muy expuestos al error porque es hora y media diaria de directo, entonces, te puedes equivocar muchas veces. Por eso cada vez me gusta trabajar más la producción, para limitar más el riesgo de equivocarme porque cada vez me afecta más. Si me equivoco, me siento peor. Cuando era más joven era más inconsciente, te has equivocado y hay una etapa en la que casi que te lo tomas a broma. Mira, dijo tal, no. Ah, no, a mí no me hace ninguna gracia equivocarme, ninguna, porque soy muy consciente de que hay muchísima gente escuchando.

Siempre tengo la imagen mental del estadio del Arcángel, quince mil personas. La audiencia de la radio ha llegado a triplicar esa cantidad. Digo, madre mía, este que se ríe del error que ha tenido, si fuera consciente de que le han escuchado tantas personas como dos estadios del Arcángel llenos como mínimo. No es broma, es mucha responsabilidad, y esa imagen siempre la tengo muy presente. Entonces, me gusta trabajar todo lo que puedo el guion para no equivocarme y no dudar, que es algo que me fastidia mucho cuando ese dato, esa palabra que no encuentras, ese año que te baila, me lo tenía que haber apuntado. Entonces, soy en ese sentido, procuro ser muy muy previsor para evitar sorpresas.

P. Cuando le hablas al micro dudo que pienses en varios estadios llenos ¿A quién le hablas?
R. Mira, Iñaki Gabilondo, que fue para mí el gran maestro y la gran referencia, siempre decía que se imaginaba al inicio de cada programa un oyente tipo, le ponía nombre, profesión, edad y decía, yo hoy le voy a hablar a María, enfermera, que ha salido de turno después de ocho horas en el hospital, que está cansada, que llega a casa y que pone la radio. Y él hacía el programa para María y al día siguiente era Antonio, camionero, y así. Yo no he llegado a ese nivel, me hubiera gustado, pero no tengo esa capacidad, pero es verdad que a mí me ocurre que siempre imagino quién me está escuchando en el mismo escenario en el que yo haya estado recientemente. Por ejemplo, si he estado en casa de unos amigos un domingo, comiendo, inevitablemente la mente me lleva a imaginar que en casa de esos amigos me están escuchando ese día y si la experiencia fue en una tienda o en una consulta médica, me digo, ¿cómo estará sonando esta entrevista en esa tienda? ¿Cómo estará sonando esta entrevista en esa consulta médica en la que estuve el otro día y tenían la radio puesta?, o en el taxi. Me imagino escenarios, situaciones en las que la radio está sonando y yo estoy saliendo, pero siempre con mucho sentimiento o sentido de la responsabilidad.

P. ¿Crees que ya eras influyente antes de que aparecieran las redes sociales?
R. Probablemente sí, pero no he sido nunca muy consciente de la influencia de la radio local y en concreto de la del programa o la mía. A mí es que me gusta personalizar muy poco. Yo prefiero hablar del programa y de los oyentes del programa. Yo jamás en 35 años he utilizado la expresión mis oyentes. No son mis oyentes, son los oyentes de la SER. Y cuando María José [Martínez] me sustituye, son los oyentes de la SER y el día que yo me vaya o los nueve años que estuve sin hacer el programa eran los oyentes de la SER, no eran mis oyentes, no son míos, ni me pertenecen ni son méritos míos. Alguno habrá que está porque le gusta como lo hago, pero están porque le gusta lo que oyen durante todo el día. Entonces, esa capacidad de influencia y mucho menos mía, no la he tenido nunca muy presente.

También ten en cuenta que nos han educado, en este medio en concreto, a que nuestra opinión no importa o no importa tanto la nuestra como profesional, que has de traer a gente que opine y que sean ellos los que opinen y si hay dos versiones distintas, que opine la versión A y confronte con la versión B, que es lo que a mí me encanta, más que dar yo mi opinión, aunque a veces me gustaría darla. Quizá en un futuro si alguien me invita a una tertulia cuando ya me jubile de la radio, creo que podría ser un buen contertulio, pero no lo sé.

P. O escritor de columna de opinión.
R. Podría ser también.

P. ¿Es posible narrar esta ciudad sin tópicos y siendo crítico con sus fuerzas vivas?
R. Sí, se puede. Yo, de hecho, creo que siempre hay que partir de la tradición o respetar la tradición para dar un pasito más, para pedir un pasito más a la ciudad, pero sin denostar, al menos en mi punto de vista, sin denostar la tradición. Por ejemplo, a mí me encanta que tengamos un C3A en Córdoba, pero me encanta hacer entrevistas a la Federación de Peñas, quiero decir que creo que han de convivir todas y unos tiran del carro. Pero respetando lo que hay. Nunca me ha gustado criticar lo más tradicional de Córdoba, sus peñas, sus fiestas más conservadoras, ese apego a no sé, al perol. A mí todo eso me encanta.

P. ¿Crees que está equilibrado el espacio que ocupa la tradición versus la modernidad cordobesa?
R. Yo ahora veo que ha copado muchísimo espacio la religión, muchísimo, mucho más del que ha tenido nunca a Córdoba. A veces veo los periódicos y no la reconozco.

P. ¿Más que en la época de Miguel Castillejo como presidente de Cajasur?
R. Mucho más. No ha habido tantas procesiones nunca en las calles de Córdoba. No ha habido tantas noticias de via crucis, besamanos, procesiones fuera de lo estrictamente Semana Santa, traslados de imágenes, todo el día las calles copadas y todos los medios haciéndose eco de esas procesiones. Yo eso no lo he vivido nunca hasta ahora. Esa parte de la tradición tiene muchísimo peso. Mucho más del que a mí me gustaría, que abogo siempre por un estado mucho más laico, en el que se separen la religión y lo público.

Pero en cuanto a las tradiciones más cordobitas, yo creo que tiene muy poco espacio. De hecho, hay colectivos que siguen siendo importantes, aunque probablemente su mejor momento sin duda ya pasó y tengan que renovarse o morir, como son la Federación de Peñas, por poner un ejemplo. Nosotros tenemos colaboradores en el programa de esa federación y procuramos tener esa sensibilidad para no dejarlos fuera del foco. Los colectivos vecinales también siguen teniendo todavía mucho peso. El tema es equilibrar, el tema es darle a cada uno lo que a ti subjetivamente te parece que hay que darle, que no es fácil.

P. Abogar por la pluralidad. En este micromundo que es Hoy por Hoy Córdoba ¿echas de menos algunas voces cordobesas? ¿Hay voces que están más en el anonimato como, por ejemplo, las de la gente joven?
R. Sí, la gente joven, por supuesto, la gente que hace cosas creativas, originales, pero no solo en el tema del arte, también en lo social. El tema de los jóvenes es un problema a presente, que ya lo es, y a futuro lo va a ser más para la radio como medio. Ese es un problema, los jóvenes no escuchan la radio, escuchan muchas cosas, podcast, entrevistas larguísimas, YouTube, pero la radio ha quedado fuera de sus intereses y eso es muy preocupante porque si no hay un relevo generacional, ¿Qué va a pasar?

Recuerdo en nuestra época que uno se aficionaba a la radio con los musicales. Normalmente tú entrabas a la radio porque buscabas lo que te gustaba, que era la música. De ahí, recuerdo que en la SER había, bueno, un programa que fue clave para captar gente joven porque le hablaba en un lenguaje que le resultaba muy cercano a ellos. Fue El Larguero. Mucha gente escuchaba Los 40 y por la noche se ponía El Larguero porque les gustaba el fútbol. Música y fútbol era la puerta de entrada a la radio. Y ya de El Larguero te podían entrar otras cosas y quizás por la mañana, a primera hora, escuchar a Iñaki Gabilondo. Se creaba ese hábito, la puerta de entrada de muchos jóvenes a la radio, jóvenes de entonces, ahora de nuestra edad, era El Larguero. Yo lo recuerdo perfectamente. El público de José Ramón de la Morena era un público muy joven. Eso ahora se ha perdido mucho.

P. ¿Ahora no hay un joven como aquel José Manuel de 1990 que venga a entrevistarte como tú lo hiciste con López Cansinos?
R. No, no aparece. Han aparecido los becarios que vienen a formarse, a pasar aquí el verano, a aprender, que les gusta la radio, pero incluso ellos te reconocen que escuchan un poco la radio. La escuchan casi por obligación cuando vienen aquí, pero les falta ese hábito de decir, me informo a través de la radio, me entretengo a través de la radio.

P. ¿A qué edad empiezas tú con el Hoy por Hoy?
R. Yo empiezo con el Hoy por Hoy con 25 años.

P. Sería impensable que ahora tuviera que relevarte un joven de 25 años
R. Yo le hice mi primera entrevista importante a Herminio Trigo cuando pierde las elecciones en el año 95. Yo tenía 25. Cuando las gana Merino. Y recuerdo que me veía como un niño entrevistando a un alcalde. Luego he ido cumpliendo años, me he ido equilibrando con la edad de mis invitados y ahora el alcalde es más joven que yo. O sea, eso ha ido pasando. Contestando a tu pregunta, por muy ultraformado que estuviera alguien a esa edad ahora, es impensable que se ponga ahora al frente de un programa como este. Pero la experiencia que, de repente, teníamos antes, no sé si por ciencia infusa o por qué, ahora no la encuentro.

El escuchar mucho la radio te daba mucha ventaja a la hora de saber dónde te metías o hacer ciertas cosas que no sabías, pues tú escuchabas cómo se hacía en Madrid, como la hacía Sevilla y decías, bueno, pues si nadie me ha enseñado a hacerlo y me gusta cómo suena esto, voy a hacerlo así. Gran parte de mi trayectoria profesional, sobre todo los comienzos, la base, sin duda, a falta de otro tipo de conocimientos a los que agarrarme, aprendía de lo que oía. Yo tenía la antena siempre, las antenas siempre desplegadas escuchando y analizando cómo hacían las cosas para aprender.

P. ¿Cómo se gestiona el equilibrio que tiene que haber entre acompañar al oyente e informar con rigor?
R. El rigor creo que siempre tiene que estar presente, es innegociable, no puedes contar cosas a medias o mal, equivocándote a sabiendas. El rigor es innegociable. Luego hay tramos del programa que te permiten más soltarte, divertirte, tratar de divertir al oyente, que para mí es algo muy importante. Me gusta cuando me dicen, cuando tú haces el programa es que me lo haces entretenido, y bueno, es que lo busco, lo busco así porque como oyente no soportaría un programa a las 12:30, después de toda una mañana de programación nacional, muy sesudo, que ahora vengan a darte la chapa.

P. Pero es una realidad que a los oyentes les interesan las cosas de su ciudad, de su pueblo, de su barrio.
R. Sí, pero se pueden contar con distintos tonos. El tono más informativo, que es con el que normalmente arrancamos el programa, siempre hay un primer tema de apertura que suele ser más serio, más político, muchas veces más breve, porque yo a esa parte no me gusta darle excesivo tiempo. Y luego, ya nos soltamos, ya entran los colaboradores, las conexiones con la calle, lo habitual, lo que le da vida al programa.

Un programa para mí es como una ensalada, tiene que llevar de todo, bien mezcladito y en su justa proporción. Pues si pones mucha lechuga y poco tomate, pues no sabe buena. Si pones mucha lechuga, poco tomate, pero te pasas de sal, mmm, malo el equilibrio, pero la ensalada la haces en directo, ese es el tema. La estás haciendo en directo porque yo puedo preparar y pensar que tengo una entrevista que me va a quedar entretenida y luego me va a venir un tema un poquito más serio. Pero resulta que la entrevista entretenida es un rollazo y el tema serio resulta apasionante. Entonces, ese reparto de ingredientes es muy importante y hay que hacerlo en directo. El oficio te hace casi que detectar, aunque a veces te equivocas, qué tema te puede funcionar o no en el programa. Y yo me guío mucho por eso, para elegir el tema que voy a llevar al programa.

P. Desde lo local, la radio local, en tu caso, ¿cómo se puede frenar tanta polarización y tanto mal rollo reconcentrado?
R. No lo sé. Yo creo que, afortunadamente, en la esfera de la política local no percibo esa polarización con tanta fuerza, con tan mal rollo como cuando ves el telediario, porque creo que la cercanía te hace que te respeten más, ¿no?

P. Y aquí tenéis tertulias donde todo fluye maravillosamente, aunque haya opiniones diversas y hasta contrarias.
R. Exactamente. Aquí no hay voces. La gente no se insulta, no grita, este espectáculo que la tele ha convertido en otra cosa, donde en las tertulias, si no hay grito y no llaman la atención, parece que no tienen razón. A mí eso me pone de los nervios. Me gusta la gente contundente con sus argumentos, clara y que contrasta con otros que opinen diferente. Pero yo veo aquí cierto, vamos, veo bastante respeto entre las fuerzas políticas. Siempre alguien se sale del tiesto en algún momento y hace alguna acusación un poco fuera de tono hacia otro político local y en los plenos se calientan también, pero creo que, afortunadamente, no trasciende la ciudad, que ya bastante tiene con esa polarización nacional a la que tampoco escapamos, obviamente.

En lo local el ambiente está más relajado, igual que está también todo más relajado en las relaciones entre los distintos medios. Tenemos amigos en la COPE, en Onda Cero. Yo me llevo genial con Antonio David Jiménez, mi principal competidor en Onda Cero, que estuvo en esta casa haciendo deportes en el pasado. Siempre he tenido una magnífica relación con los compañeros de la COPE. Uno de ellos fue compañero mío en Écija, Fran Durán, somos amigos desde hace 30 años. Una cosa son las empresas, la competencia, que la hay, y otra cosa son las relaciones personales. Yo creo que eso es importante y que en lo local ese respeto se mantenga.

P. ¿Por qué hay tanto escalón y tanta diferencia a la hora de trabajar entre un programa nacional, con equipo, y un programa local, que, como mucho, lo hacen dos personas y a veces hasta sin técnico?
R. Supongo que por la rentabilidad económica de unos y de otros. A las emisoras locales se les exige mucho rendimiento económico para seguir funcionando. Y a las emisoras nacionales, pues supongo, porque no sé cómo se trabaja allí realmente al detalle, supongo que se mira más la notoriedad periodística y el prestigio periodístico del medio, lo cual muchas veces me parece bastante injusto. Afortunadamente, aquí en Radio Córdoba contamos con una redacción amplia de siete personas y tenemos un técnico para hacer el programa, pero me consta que en muchas otras emisoras no pueden decir lo mismo.

P. Por cerrar el capítulo de la radio, ¿te sueles morder mucho la lengua?
R. Sí que me la tengo que morder de vez en cuando. Me tengo que morder la lengua ante cosas que veo que no entiendo y que nadie critica. Y a veces me pregunto, bueno, qué tengo que criticarla yo No sé. Soy un ciudadano bastante observador y un poquito cascarrabias en ese sentido.

P. Me temo que no estás en un buen sitio para ser activista.
R. Claro. Entonces, busco el llamar a quien sé que es sensible con esos temas y decirle, oye, vosotros habéis visto cómo está este tema ¿os venís a la radio, lo hablamos? Y entonces, prefiero hacerlo así a yo adquirir un protagonismo que creo que no me corresponde. Pero sí, ese morderte la lengua, obviamente muchas veces tienes que saber también dónde estás y tienes que medir también tus palabras. Yo tengo muy claro que no soy adversario político de nadie. Yo pregunto como periodista al invitado que tenga, sea alcalde, sea tal, tampoco soy su amigo, ni le debo nada, ni siento nunca que les tenga que deber nada. Procuro posicionarme en una equidistancia con el invitado cuando se trata de un político y eso me ha beneficiado siempre a largo plazo. En el corto, no, porque no he sido amigo nunca de ninguno de los alcaldes cuando han sido alcaldes, pero me han respetado todos y se han llevado bien conmigo por esa distancia que he sabido darle.

P. De hecho, tú siempre has estado bastante alejado de los círculos periodísticos, de la camarilla.
R. Si es que a mí, como decía, volviendo a Iñaki Gabilondo, las cosas de la política no me interesan. Me interesa la política de las cosas. A mí la guerra interna de quién va a suceder a quién, en la Secretaría General de qué partido, si no influye luego en el ciudadano, en la toma de decisiones, en la calle, en el arreglo de las casas, en el arreglo de la farola, no me interesa tanto. A mí me interesa mucho más quién es el concejal de infraestructura que el secretario general de un partido, porque afecta mucho más a la vida de los ciudadanos, a la mía propia.

Ese teatrillo de la política de ahora toca decir esto y lo digo. Siempre he sido muy reacio a darle voz a los políticos por el hecho de ser políticos para hablar de política. Se han renovado cargos, me han dicho, oye, somos la SER, tendríamos que tener a tal ¿O no? ¿Por qué? ¿Por qué tenemos que tener a Menganita o a Fulanito porque ha sido elegido en un Congreso? Los suyos lo han elegido, lo han aplaudido para que siga haciendo si no dice ni hace nada, o sea, si no repercute en la vida del ciudadano, a mí me interesa realmente muy poco y me fastidia mucho tener que darle excesivo tiempo, que es muy valioso. En la radio local el tiempo es oro porque solo nos queda hora y media, cuando antes teníamos programas de tarde, de fin de semana, había cabida para muchas cosas. Ahora cada vez que coges un tema eliminas cuatro que se quedan sin salir de ese día. Elegir bien ese tema es una enorme responsabilidad. Entonces, si este tema va al programa, estos cuatro no. Probablemente a muchos de ese partido le encantaría o creen que la SER y el Hoy por Hoy debería de entrevistar a este o cual personaje hoy. Pero a mí, francamente, esas entrevistas son las que menos me interesan.

P. Es que, en general, son las menos interesantes.
R. Claro, es que hacer periodismo pensando también en periodistas, algo que en lo que se cae muchas veces. Esas noticias contando determinadas decisiones, plenas de palabrería pero poca gestión. Yo cuando le pregunto a José Antonio Alba [jefe de deportes en Radio Córdoba], que cubre muchas veces información municipal, le digo, no me hables de las mociones que no van a ninguna parte. De gestión qué hay. Eso es lo que a mí me interesa y lo que creo que interesa al ciudadano, porque al final es que repercute, por lo que deberíamos de ser exigentes con los políticos, que creo que muchas veces el ciudadano es muy poco exigente con el político.

P. Yendo a tu aventura personal, creo que ves con mucha claridad cuál ha sido hasta hoy el día más feliz de tu vida.
R. Mira, lo fácil sería decirte el día que nos dieron el diagnóstico de que Carmen estaba curada [su hija padeció una leucemia cuando tenía 14 años], y realmente ese día fue muy muy muy feliz, pero no terminamos nunca terminas de creértelo. Pero el día que nos dejaron salir del hospital por primera vez, después de prácticamente dos meses viviendo en esa tercera planta, durmiendo en un sofá cama y sobre todo viéndola sufrir. Ese día que salimos a la calle por primera vez fue muy muy emocionante. Ella se mareó cuando salió de ver tanta gente, los coches, la distancia, enfocar a larga distancia para ver el aparcamiento donde teníamos el coche. Ese día dijimos a la familia, sé que todos tenéis muchísimas ganas de verla, pero necesitamos estar los cuatro juntos porque llevábamos dos meses que mi mujer y yo no coincidíamos, nos dábamos el relevo, pero no éramos familia, nos turnábamos para cuidar y teníamos además muy descuidado a nuestro hijo mayor, a Carlos. Entonces, fue un fin de semana, y yo cuando me senté a la mesa, y vas a hacer que me emocione, tras todo lo que habíamos pasado en esos dos meses, comer los cuatro de nuevo fue un momento increíble, increíble de felicidad.

Siempre digo que esta enfermedad nos ha enseñado muchísimas cosas. Una de ella, lo felices que puedes llegar a ser sin saberlo antes. Qué felices éramos y no lo sabíamos. Pues eso me pasó a mí hasta el 21 de diciembre de aquel 2018 cuando le dieron el diagnóstico.

P. Tú ya sabes lo que es que se ponga el mundo boca abajo.
R. Sí, absolutamente. Un análisis de sangre te puede cambiar la vida de una forma que ni te imaginas. Eso es algo que con el tiempo te das cuenta lo que te ha cambiado como persona, pero en aquel momento es caer en el abismo. O sea, cuando nosotros nos llevamos a Carmen a urgencias porque se encontraba débil, porque se cansaba como, pensábamos, lo que le pasa a cualquier adolescente, que no tiene ganas prácticamente de nada. Pero ya le vimos un color de piel que a su madre, que es médico, no le gustó, pero tuvieron que ser unos amigos médicos también, estando en su casa, los que la miran y dicen, oye, Carmen, tu niña tiene mal color. A ella como médico le costó trabajo hacer el diagnóstico porque la cercanía te impide hacer el diagnóstico. Y fue este amigo nuestro, Alejandro, el que nos dijo, oye, hacedle un análisis que no me gusta nada el aspecto que tiene Carmen. Y ahí es donde dio la cara la leucemia. Y ese día ingresamos en el hospital y estuvimos un año entero viviendo prácticamente allí, primero dos meses y después entrando y saliendo. Y yo un año entero fuera de la radio, que fue también profesionalmente una experiencia.

Mi mujer y el Dr. Molina, quien la trató, se conocían. Entonces, él sabía que a un niño que viviera en Jaén no le podía dejar que se fuera en esas condiciones porque una fiebre si sube de 37 y medio, hay que llevar al paciente corriendo al hospital. Y con ese compromiso nos dejaron salir ese fin de semana porque nosotros teníamos el privilegio de vivir a diez minutos del hospital. Luego volvimos y estuvimos mucho tiempo, hasta que otra vez pudimos salir un día. Fue realmente muy duro.

P. Siempre hablas de cómo cambió tu percepción de la suerte.
R. Una de las lecciones aprendidas con esto fue la suerte. ¿Es buena suerte o es mala suerte? Porque claro, yo reflexioné mucho sobre eso. El día que mi hija ingresa es el 21 de diciembre y esa noche se queda mi mujer con ella. Yo me voy a casa de mi madre, me derrumbo allí con ella, lloro todo lo que tenía que llorar. Mi madre conmigo cuando le doy la noticia y yo al día siguiente a las ocho de la mañana estaba en el hospital, 22 de diciembre, día de la lotería y mi hija, ajena todavía a su diagnóstico, nos dice, papá, ¿crees que tendremos suerte y nos tocará?

Yo pensaba, le acaban de diagnosticar una enfermedad que tiene un niño de cada 100.000. Uno de cada 100.000 padece leucemia. Entonces, joder, ya no quiero que me toque nada en la lotería. Me decía, pues he tenido muy mala suerte. Obviamente es muy mala suerte que tenga leucemia, pero dentro de la leucemia tuvo la mejor de las leucemias posibles, la que mejor pronóstico tenía, la única que no requiere un trasplante medular, que hubiera sido mucho más traumático, sobre todo por ella, porque hubiera tenido que estar un mes metida en una habitación incomunicada y aislada y con mucho riesgo de rechazo. Le ocurrió en una ciudad con uno de los mejores hospitales de España, con un equipo del que además ese día estaba uno de los mejores médicos de pediatría oncológica, como es el Doctor Molina.

Todo lo demás fue buena suerte. Entonces, yo decía, ¿hemos tenido realmente mala o buena suerte? Y yo me quedo con que tuvimos muchísima suerte, muchísima, porque yo veía a niños que venían de Algeciras en ambulancia, padres que llevaban tres meses allí porque no se atrevían a llevarse a su hijo a Jaén, donde se establecen unos vínculos de amistad muy intensa con familias que están pasando lo mismo que tú y hay muchas horas de espera y te cuentan la vida. Y ver que nuestra casa estaba a diez minutos del hospital, en ese sentido, me ayudó mucho.

P. ¿Qué te gustaría decirle a un padre o una madre que esté pasando ahora mismo por eso?
R. Bueno, que tengan fuerza, que no pierdan la esperanza. Obviamente que la ciencia avanza muchísimo, que van a estar en muy buenas manos. Parece un tópico. Yo, como todos, habíamos leído muchísimo agradecimiento de alguien que había estado ingresado en un hospital y agradecía el trato que había recibido. Es verdad, agradeces tanto esos gestos de humanidad, de preocuparse y en una planta como esta hay mucho personal de enfermería, un personal muy cercano con el que llegas a establecer un vínculo muy fuerte. Fue realmente en ese sentido una experiencia muy bonita y yo les diría que ánimo.

De hecho, Carmen, cuando ya dejó el hospital y se curó iba de vez en cuando, la llamaban, oye, tenemos aquí una chica de tu edad, puedes venir a darle ánimo. Siempre terminaban hablando del pelo, que si se le va a caer, que si no, de las cosas que a ella le preocupaban. Porque ella era muy mayor, justo con 14 años dejas de ser ya paciente de pediatría. Ella estaba en el límite. Si esa noche en vez de estar el oncólogo o hematólogo pediátrico de guardia está el de adultos, probablemente hubiera ido a otra planta con otras condiciones. No hubiéramos podido estar solos con ella, porque allí teníamos una habitación para nosotros solos. Todo hubiera sido mucho más difícil, pero sí que se salía de la camilla, era la más grande de aquella planta.

P. ¿Cómo está Carmen ahora?
R. Muy bien, está fenomenal. Ya le dieron el diagnóstico de todo pasado, nunca olvidado. Nunca he olvidado porque son experiencias que ya se te quedan pegadas a ti. Ella está estudiando Medicina, va a empezar segundo. Está contenta. Se tatuó el número de su habitación en el brazo porque para ella fue una experiencia también que la cambió. Mi hija pasó de ser una niña a una adolescente en un hospital. Eso es muy duro.

P. Has nombrado antes a tu madre [Carmen León, histórica activista y feminista]. Tú vienes de cuna revolucionaria.
R. Sí. Y a mucha honra, además. Mi madre, una figura muy importante en mi vida, como todas las madres, pero, en este caso, en el mío, además de como madre, como persona ejemplo a a seguir, comprometida con sus ideales, preocupada por mucho más que su familia, su confort y la comodidad de su hogar, muy preocupada del vecindario, de las mujeres, de la de la lucha contra el maltrato a las mujeres. Ella cuando coge una campaña, la absorbe y se entrega completamente. Y mi padre también fue una persona muy comprometida con el barrio. Los dos pertenecieron, ella sigue perteneciendo, a la asociación de vecinos. Él ya falleció y a la asociación le dedicaron muchas horas a trabajar por el bien común del barrio, que eso es algo que se está perdiendo mucho, aunque Cañero sigue siendo una república independiente.

P. ¿Tuviste una educación feminista?
R. No, no te creas, eso vino después. A mí ya me pilló el feminismo de mi madre prácticamente casado. Mi madre era un ama de casa de clase media acomodada. Su marido tenía muy buen sueldo como funcionario de policía y ella vivía de maravilla. Mis abuelos vivían con nosotros, eran los que se encargaban de nosotros cuando ellos salían. Era una pareja muy moderna para la época. Salían mucho juntos, iban a cenar, al teatro. Ninguno de mis amigos tenían padres que hacían eso y ellos mantenían una relación de pareja muy muy intensa y muy bonita que nosotros veíamos. Bueno, en ese momento no te das cuenta, luego sí, y el tema del feminismo ya vino luego, ya fue como evolucionando. Su primer contacto fue con la Acción Católica, mucho más conservadora como colectivo, pero ella empieza a descubrir una realidad que le va llevando a un proceso como persona, donde ve que hay una sociedad que tiene cosas que no le gustan, como la violencia de género y se compromete con Izquierda Unida. Ella va haciendo todo un proceso.

P. La recuerdo en la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica).
R. Sí, siempre muy comprometidos con la transformación social.

P. De hecho, recuerdo que alguna vez has tenido que entrevistarla.
R. Sí, la entrevisté una vez, me negué siempre. Solo recuerdo entrevistarla una vez y fue muy incómodo.

P. Se me quedó grabado porque era la primera vez que escuchaba a alguien decir, por qué no trabajamos todos un poquito menos para que tuviera trabajo todo el mundo. Íbamos a ser todos más felices. Y eso en un momento en el que no se hablaba aún de rentas básicas.
R. Justicia social ha sido una palabra que en mi casa falta ponerla la pared, así en plan graffiti, eso siempre. Recuerdo que mi madre siempre criticaba esa actitud de la iglesia de dar limosna cuando ella lo que abogaba era por erradicar la pobreza. De ahí vino su compromiso con la rama más de cristianos de base, quienes luchan por acabar con la pobreza, algo más difícil porque significa perder privilegios. Ella es todo un referente.

Después, fundó junto a otras compañeras la Plataforma cordobesa contra la violencia a las mujeres. Ese fue un colectivo muy importante que ella impulsó y que yo vi cómo crecía y como ella se comprometía y como tenía mucha mano izquierda, cómo negociaba, cómo te escuchaba, te dejaba que te expresaras y luego te lanzaba un mensaje que descolocaba al interlocutor y lo dejaba con los ojos vueltos. Y sí, yo he aprendido y mucho de mi madre en ese sentido.

P. ¿Has llegado a convertirte en el hombre con el que soñabas ser?
R. No entiendo.

P. Que si estás más o menos contento contigo mismo.
R. Ah, ahora mismo sí, pero digamos que estoy en proceso, o sea, yo quiero mejorar con el que soñaba ser, seguro, porque no soñaba mucho en ese sentido. A ver, para mí estar en la radio es un auténtico sueño de infancia hecho realidad. En el plano más personal, todavía me queda mucho en ese aspecto del feminismo, de compartir responsabilidades, por ejemplo, aunque hago lo que puedo. Siempre estuve muy comprometido desde el principio en la educación de mi hijo. Recuerdo que fui el primero en la empresa en pedir ampliar el periodo de vacaciones que daban cuando la paternidad para poder compaginarlo con el de mi mujer, porque entonces solo te daban una semana y a mí una semana me parecía poco, me decía, qué hago yo en la radio hablando de otras cosas cuando yo tengo que estar en casa, ¿no? Yo eso lo tenía muy claro.

Bueno, pues era una generación todavía que en el 2000 no tenía claro aquello de que hay que estar en casa. Ahora, cuando veo que tienen el mismo periodo de paternidad y maternidad, digo, ahora sí, ahora se igualan las cosas. Supongo que a muchos hombres les preguntarán, ¿vas a tener hijos? Porque si vas a tener hijos, te vas a ir también cuatro meses y no me interesa eso. Antes solo se le preguntaba a las mujeres y eso ha cambiado mucho, pero sí, bueno, en parte sí, pero todavía me quedan muchas cosas por hacer, claro.

P. Y hablando de sueños, ¿cómo ves el futuro del programa? ¿Cómo te gustaría que evolucionara?
R. A ver, me gustaría que gozara siempre de buena salud, de mucha audiencia, que siempre acertáramos con los temas que elegimos y que fuéramos capaces de estar ahí muchos años. Yo o el que o la que me sustituya, porque yo ya llevo muchos también y el relevo se producirá. Que sea un programa fiel a la identidad de Córdoba, que siga comprometido con los problemas sociales de la ciudad como creo que lo está ahora y que sea capaz de mantener ese difícil equilibrio entre los compromisos comerciales, lo que puede interesar al oyente, la política, en ese juego en el que siempre estamos, muchas veces cuestionados casi por todos los frentes.

P. Me gustaría que ese relevo, ese chico o esa chica, estuviera leyendo esta entrevista. ¿Qué le decimos para terminar?
R. Pues que es muy bonito, que quien se siente aquí va a disfrutar mucho. Algún día las pasará canutas, pero tendrá muchos días. Se va a reír mucho, además va a aprender muchísimo porque si algo hace en la radio y en la radio local, si estás con esa actitud abierta y humilde es aprender. Aprendes de tus invitados, de tus colaboradores, de tus compañeros. Aprendes continuamente escuchando la radio, otra radio. Le va a coger el pulso a la ciudad como pocas personas pueden hacerlo. Una mirada tan global como te da un programa es mucho más que llevar una sección determinada de un periódico o hacer un tipo de información concreta para un medio. Aquí lo tocas todo, así que si se animan, ¿por qué no?

87993

Sé el primero en comentar este artículo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*