Se cumplen 35 años de ‘Directamente Encarna’ de Encarna Sánchez en Cadena COPE

Encarna Sánchez

Ciclicamente se vuelve a tocar el tema de Encarna Sánchez (ex COPE), su herencia, sus relaciones personales, su caracter… En esta ocasión ha sido Emilia Landaluce en El Mundo:
Se dice que legó un patrimonio de 10 millones de euros a su heredera. Ganó más en publicidad y lo gastó casi todo en sus amoríos.
«Me encantaría hacer una película de Encarna. Se la merece pero yo no la haré». Es una pena que Almodóvar no se atreva a contar la vida de la locutora almeriense. Un talento indiscutible, su carácter atormentado, la estética ochentera, esos amoríos que ella se empeñaba en ocultar pero de los que toda España hablaba… Y, por supuesto, su muerte prácticamente frente al micrófono de Directamente Encarna, el programa que empezó a emitirse en COPE el 1 de octubre de 1984 (hace 35 años) y que siguieron millones de personas hasta el 5 de abril de 1996, el día que murió de cáncer. «De amor», como suele decir Federico Jiménez Losantos, que la conoció bien. Tenía 59 años pero aún muy enferma, su voz seguía siendo hipnótica. «Pronto volveréis a sonreír. Pronto vendréis a mi encuentro. Pronto podré decir con toda la valentía del mundo: ¡Temblad, pedazo de sinvergüenzas!». Esas fueron sus últimas palabras en el aire.
De Encarna se ha escrito mucho. Sus supuestos amoríos con Isabel Pantoja y con otras amantes, la misteriosa heredera, la caja fuerte llena de billetes bien prensaditos que tenía en su casa. Pero sobre todo si era o no «una perra, una hija de puta desalmada». Carlos Herrera, compañero en COPE, suele destacar que «fue una mujer asombrosamente» intuitiva. «Arrolladora. Capaz de lo mejor y lo peor. Me causa desprecio todos los que se abalanzan sobre su cadáver. Ella debe de estar en su tumba pegando bocados bajo la lápida. Menuda era».



Porque pocos recuerdan que, en realidad, Encarna (sigue bastando su nombre) era un monstruo. También en el mejor de los sentidos. «Nunca he visto a nadie así ante el micrófono. Y luego, cómo hacía publicidad. Los anunciantes que acudían a ella sabían que iban a vender», recuerda su técnica de sonido. Así se hizo muy rica. Por ejemplo. «Diecur, que es un número 1 y reúne todo lo que exige Sanidad, le permite adelgazar entre 4 o 6 kilos al mes sin dejar de comer. Pueden comer cocido, patatas fritas, la pringá, macarrones…». ¿La solución? «¡Diecur!» En 1995, Sanidad anunció la retirada de «productos milagro» tras una denuncia de la OCU por publicidad engañosa y riesgo para la salud. Su entonces portavoz aludió directamente a Dietinter, empresa propiedad de Encarna Sánchez, que comercializaba las píldoras adelgazantes. No era lo único que anunciaba. Durante meses, vendió La ruta del millón del Banco Zaragozano. «Los hombres serios. En Gabardina. Los Albertos…», metía en sus cuñas. Y mientras, el clin clin de la caja.

Se peleó con Martes y Trece por un scketch
Encarna, pese a que hizo mucho dinero, no murió tan «inmensamente rica» como glosaron los medios de la época. Al menos oficialmente. En su testamento legó a Clara Súñer un piso, una casa en La Moraleja y otra en Marbella. En total: un patrimonio de unos 10 millones de euros. «En COPE ganaba lo que ganaba. No piensen que mucho pero lo que sí hacía era coger bastante bastante dinero negro en publicidad, de los anunciantes», explica un compañero. Por otro lado, la locutora también gastaba mucho. Sobre todo cuando se enamoraba. En joyas, abrigos, ropas. Cuentan que alquiló por 200 millones de pesetas (1,2 millones de euros) un teatro a Isabel Pantoja. No era una novedad. Algo similar, dicen los que la trataron, le pasó con todo el dinero que supuestamente ganó durante sus años en México.
Pero no solo fue generosa en su vida privada. Graciano Palomo recuerda que ganaba más por sus tres intervenciones a la semana en Directamente Encarna que como subdirector de periódico. Jaime Peñafiel podía decir lo mismo. «Aunque en principio le tuve que ocultar a mi mujer que salía en el programa porque lo encontraba muy populista». Carmen Jara, integrante junto a Paca Rico, Marujita Díaz, Carmen Yepes y María Dolores Pradera de La mesa de camilla (una sección del programa) lo niega. «Nos escuchaba todo tipo de gente. Políticos, intelectuales, empresarios…». Aquella fue una idea de la propia Jara, muy amiga de Encarna. «Llorábamos de risa. Con Maruja… Cuando echaron a María Dolores Pradera por decir ¡Viva la República! de broma».

Y todo esto poniéndose tibias de Sheridan’s, un licor de café y chocolate que patrocinaba la sección. [Y yo -diez años entonces- no paré de insistirle a mi madre hasta que compró una botella]. Era el carisma de Encarna. «Yo soy Mari Carmen Yepes, andaluza y catalana / catalana por mis padres/ catalana por mi raza / y quiero a la Moreneta/ igual que a la de Triana», cantaban. Ni Libres e Iguales.

Precisamente Jara es una de las personas que hablan mejor de Encarna. Lo lógico considerando que fueron amigas durante mucho tiempo y que su sobrino era el ahijado de la periodista. «Pese a que estuvo con quien estuvo y tenía a dos muchachas en casa, era una solitaria. Muchas veces se venía a casa de mi cuñado a cenar para estar con nosotros». ¿Mala? «Al contrario. Era muy buena gente. Extremadamente generosa. Sobre con quien estuviera en aquel momento. Un día pasando por el jardín de una me dijo: mira hasta las palmeras las he pagado yo».
Pese a esos comentarios velados, siempre trató de ocultar que se enamoraba (y muchísimo) de mujeres. Lo intentó hasta con la propia Jara cuando llegó a Madrid. «No te confundas Encarna», le tuvo que decir. Entonces, la cantante acababa de llegar a Madrid y era una de esas españolas que ya no se fabrican. Jara contaba que Encarna siempre llevaba el bolso lleno de dinero. «Y se lo daba a las monjitas, a cualquier señora que le contara que no podía pagar la hipoteca. ¡Menuda se lio el día que le robaron el bolso!».
Jara relata cuando la acompañó al médico y le diagnosticaron cáncer. «Le dijeron que se quedaría calva. Ella me dijo: ‘Carmen, cómprame de esos lazos que se ponen los niños cuando nacen’. Y se los pusimos cuando se le cayó el pelo. Todavía guardo las fotos».
Pero pocos recuerdan esa Encarna amable. «Un día, durante mi sección, cuando empezó a despotricar de Concha García Campoy, me quedé callado. A partir de ahí, Concha, con la que siempre me había llevado bien, me evitaba», recuerda Graciano Palomo. Peñafiel vivió un episodio similar pero con Teddy Bautista a propósito de un canon que la SGAE pretendía poner a los transistores. «Solo dije que si todo eso que decía era verdad, que era como el impuesto revolucionario. Bautista nos demandó pero Encarna se murió antes de que se dictara sentencia. Al final, me perdonó los 50 millones de pesetas (300.000 euros) de compensación».
Los ataques vitriólicos de Encarna eran bien conocidos y para algunos estaban muy ligados a su situación sentimental. Tenía enemigos, pero al mismo tiempo sabía tratar con el poder. Aún así era una voz independiente en esa España en la que todos eran felipistas. Por eso «no tuvieron piedad» cuando revolvió cielo y tierra en TVE para que quitaran el sketch de Martes y Trece sobre las vacaciones de Millán (Encarna) y Josema Yuste (Pantoja) en Palma. Rabió. «Lo pasó fatal. Se volvió loca. Lo de las empanadillas le hizo gracia pero no quería que nadie supiera de su vida personal». Eran las contradicciones de una mujer lesbiana pero de derechas y creyente en la España de Felipe González.
La mayoría de los que la conocieron coinciden en que la publicación de las fotos «de la patadita» de María del Monte a Isabel Pantoja aceleró la enfermedad de la locutora. Se dejó morir. Jara cuenta que después de verlas se encerró en su cuarto todo le día. Peñafiel explica que las vio en directo durante su sección y él tuvo que hablar 20 minutos sin parar porque ella se dedicó a golpear el cristal del control y a darse contra la pared. A partir de ahí, si iban a un restaurante con fotos y había alguna de María del Monte, Marujita se la guardaba en el bolso.
El resto ya lo saben. Una agonía triste, abandono y una heredera inesperada. Hoy aún le dedican muchas horas de TV y hasta se prepara un documental. Muchos aún creemos escucharle decir: «¡Temblad pedazo de sinvergüenzas!». Y mordiendo la lápida.

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