Julio Ruiz: «El secreto de la radio musical es poner cosas nuevas, no lo que los oyentes quieren escuchar»

Julio Ruiz

En ethic.es leemos que en junio de 2021 ‘Disco Grande’ hizo sonar su último acorde. Hablamos con Julio Ruiz, voz del histórico programa radiofónico que se convirtió en todo un referente del panorama musical español.



«Después de seis décadas de música está todo inventado». Que Julio Ruiz (Madrid, 21 de octubre de 1952) esté detrás de esta afirmación es motivo para, por lo menos, pararse a reflexionar. Porque si algo sabe este madrileño de sangre asturiana y manchega es de música. «Sgt. Pepper’s (1967), el White Album (1968) y Abbey Road (1969)… que venga alguien hoy y haga eso», comenta con la profunda admiración de quien, a día de hoy, sigue vibrando con cada acorde de esos tres discos que considera magistrales. Y ante el silencio de quien sostiene la grabadora se ríe, recula y reconoce: «Aunque cada vez queda menos capacidad de sorpresa, siempre habrá algo nuevo y bueno. Por ejemplo, es como cuando llega el grupo Rufus T. Firefly y te fusila –en el mejor sentido de la palabra– Lucy in the sky with diamonds añadiendo su toque personal. Es imposible que no se te abra la boca del gusto».

Es difícil seguir el ritmo de esta leyenda de las ondas, que durante cinco décadas ha estado a los mandos de Disco Grande, el programa más longevo de la radio musical española y que probablemente pasará a la historia por haber sabido rastrear y dar a conocer a nuevos grupos independientes del panorama español. Pero no son esas las raíces de un espacio radiofónico que arrancó por primera vez el 27 de marzo de 1971 en Radio Popular FM pinchando grupos sesenteros, como los norteamericanos MC-5 o los ingleses The Moody Blues. «Empezó siendo un hobby, un programa concebido para pinchar enteros los vinilos, que por aquel entonces se llamaban discos grandes». Ese «entonces» hace referencia a un tiempo en el que la gente no tenía facilidades de acceso a la música; así que en la radio estaba él, acercando las últimas melodías a quienes no podían escucharla. «Hubo una época, al principio de Disco Grande, en la que un día pinchaba la cara A y al siguiente la cara B y, así, el oyente sintonizaba el canal de frecuencia modulada para escuchar ese vinilo que no salía en España», explica. Y recuerda con orgullo: «Como aquel primer disco en solitario de Art Garfunkel que sonó por primera vez en nuestro país en el programa». La sintonía cambió en 1983 cuando, explica Ruiz, «llegaron jefes nuevos y uno dijo que a las tres de la tarde –franja horaria de mi programa– lo mejor era poner música orquestal. Esto en plena explosión de la movida madrileña».

Una barbarie de la que se hizo eco RTVE, que enseguida le ofreció colaborar con la cadena. Así, en 1984 Disco Grande empezó a sonar en Radiocadena Española, pasó luego a Radio4 y en 1991 dio el salto definitivo a Radio3, donde se emitió hasta su final, el 18 de junio de 2021. El pop español se va a quedar un tanto desamparado, porque, a lo largo de su historia, ha sido el altavoz de la movida madrileña en los 80, de la música independiente española en los 90 y de todos esos nuevos grupos del siglo XXI. Si algo se lleva Julio Ruiz a casa es la certeza de saber que Disco Grande «ha pasado a la historia como un programa que apoyaba a los artistas emergentes».

La nueva aristocracia indie
Mucho han cambiado las ondas en estos 50 años. «Ahora hay más poder adquisitivo», apunta. Y eso se traduce en un mayor acceso a la música y al conocimiento musical. «Ya no le tengo que decir al oyente qué maravillosos son la Jefferson Airplane o la Incredible String Band –por referirme a dos grupos setenteros– porque, probablemente, el consumidor de esa música que pongo sabe tanto como yo», aclara. Además, la globalización y la digitalización han cambiado la manera de consumir ocio, lo que, a ojos del locutor, no siempre es positivo, ya que ese algoritmo que nadie comprende, pero que rige nuestras vidas imponiendo sutilmente sus designios, ha dado lugar a «emisoras comerciales insufribles, sin personalidad, cortadas por el mismo patrón». «Hay que seguir apostando por los programas de autor, tenga el locutor 30 o 60 años. Tienes que darle tu toque porque la radio tiene que ser personal». En su caso, más allá de su frenillo –elemento característico inconfundible por el que «me cargaron en Los 40 Principales cuando me presenté a hacer la prueba»–, fue su inigualable olfato para detectar nuevos talentos lo que le catapultó a los primeros puestos de la liga musical. «Es un impulso eléctrico que recibes y que luego sabes transmitir a tus oyentes», reconoce. El secreto, confiesa, radica en «descubrirles cosas nuevas, no en ponerles lo que quieren oír».

Fan del fútbol y forofo incondicional del Atlético de Madrid, el histórico locutor fue el que nos descubrió hace ya tres décadas a un grupo hoy referente del panorama indie español: Los Planetas. «Mandaron una maqueta manual con un dibujo espiral blanco y negro. ‘Hola Julio, ¿qué tal? Somos un grupo de Granada, antes nos llamábamos Los Subterráneos, pero como Christina [Rosenvinge] tiene un grupo que se llama así nos hemos cambiado el nombre. Vamos en una línea como Slowdive y My Bloody Valantine, a ver qué te parece’, decían. Así que puse el casete y empezó a sonar el single Mi hermana pequeña, que me pareció la bomba: una mezcla de ruido y melodía muy potente», explica. Se trata de una maqueta que todavía conserva, junto a otras 5.000 que ha ido recopilando a lo largo de estos años y entre las que figura, por ejemplo, la primera que le envió Nacha Pop, en bobina, grabada en la sala Rockola. Y es en esta ingente colección de demos donde Ruiz cree que se esconden sus mayores contribuciones al periodismo musical en nuestro país. «Recibir una maqueta que te envían pensando que tiene pocas probabilidades de que la escuches, que lo hagas, te mole, la pinches y luego resulte que llegan lejos es muy gratificante». Ahora bien, matiza, eso no quiere decir que cada maqueta que escuchase y creyese buena fuese a lanzar a los músicos al estrellato: «Me he partido el pecho por muchos artistas que ahora están en su casa haciendo calceta», comenta con humor, mientras hila con el recuerdo de la primera entrevista jamás hecha a unos tales hermanos Urquijo, que habían formado un grupo llamado Tos y que luego se convertirían en Los Secretos.

Ha llovido mucho desde que ciertos grupos ahora emblemáticos marcaron tanto la movida madrileña como el devenir de la música española y, en general, el panorama político y social. «Ya me gustaría a mí que hubiera políticos como los que había en el inicio de la nueva época. Hay gente que ni se imaginaba que algunos de ahora pudieran llegar a estar en el congreso representando a un partido», lamenta Ruiz, que decide cortar esa línea de conversación para no enfangarse. Algo que, a su juicio, deberían hacer los músicos, a quienes considera no tener responsabilidad política alguna; y eso que reconoce que «ninguna manifestación artística puede estar de espaldas a lo que ocurre en el mundo». Por eso defiende que se mezcle la política solo si sale de forma natural: «La libertad de expresión tiene que existir, pero siempre que venga motivada por algo. Eso de que alguien pueda saltar a la popularidad porque ha hecho una letra incendiaria, mala cosa».

A excepción de casos concretos, siguen corriendo buenos tiempos para la lírica: «Aunque una generación siempre mire de reojo a la otra, al final, todo tiene su desarrollo lógico». Y para eso solo hace falta repasar la historia musical en nuestro país: «El rock urbano y andaluz (Leño, Topo, Asfalto, Guadalquivir, Triana) de los años 70, luego la explosión de los 80 con la movida que coincide con un cambio en la sociedad, en la política, con la llegada de ideas nuevas. Más tarde están los 90, y lo que ha venido después ha dado pie a la formación de una especie de aristocracia del indie, esa clase musical que surgió de la Sala Maravillas, el Festival de Benicassim, los primeros sellos independientes de los 90 –Elefant Records, Subterfuge, Munster, Jabalina- y que 30 años después siguen ahí». Además de J y Los Planetas, se refiere a grupos como Australian Blonde, Francisco Nixon (ex Australian Blonde), Señor Chinarro, Nacho Vegas con su grupo Manta Ray, Undershakers (dos de ellas ahora son Paulina en la playa). «Para mí, lo indie no es un género musical, sino una actitud, una forma de hacer música sin tener dependencia de quien te lleva de la mano». Y añade: «La auténtica independencia, la de pata negra, fue la de esos años 90», rememora. Junto al linaje musical español, también ha sentado frente a su micrófono a un extenso repertorio de artistas internacionales: Oasis, Blur, PJ Harvey, Sonic Youth, Jesus and Marychain o Cramberries, entre muchos otros. «He tenido al alcance de mi micro a todos los grandes de la música noventera», comenta orgulloso con una amplia sonrisa que se percibe detrás de la mascarilla.

Disco Grande suena en el futuro
Julio Ruiz, todo un sabedor musical, dice gozar con la buena música, sea del género que sea… aunque no siempre: «Es la primera vez que escucho cosas que no me llegan, que no me dicen nada, como el trap, la música urbana y el reguetoneo. ¿Por qué puede ser?», se pregunta. «Tal vez porque antes uno cogía una guitarra, empezaba a tocarla y, poco a poco, iba colocando lo que le salía de dentro y convirtiéndolo en música, mientras que ahora, a lo mejor, cualquiera puede ser músico cogiendo un trocito de aquí, otro de allá y haciendo una especie de collage de sonido que da pie a una canción. ¿Qué tiene esto de bueno?», sigue reflexionando en voz alta. «Que antaño el guitarrista al que le salía una canción luego tenía que buscar un estudio, grabarlo, montarlo; hoy se puede hacer desde la propia habitación de tu casa», concluye, sin una valoración moral. Así son los tiempos que vienen.

Y a él, ¿qué le viene? «No paro: he dado un par de charletas sobre mi vida y milagros con la música a cuestas estas cinco décadas, una en el aula de cultura del Diario Sur (Málaga) y otra en la Universidad de Cádiz; he ido dos veces a Extremadura, a recoger un premio (Pop Eye –Premios Nacionales de la Música y las Artes– de Periodismo 2021) y luego a un homenaje que nos hicieron a José Miguel López (Discópolis, también de Radio3) y a mí. Además, he empezado a colaborar con el programa La Deporteca de Radio Marca [capitaneado por Natalia Freire] que me invitó a participar cuando se enteró que me jubilaban de Disco Grande y donde todas las semanas hago una sección de 15 minutos que une deportes y música. Luego está la historia que surgió con la marca de ropa española Wolher [con quienes colabora entrevistando a músicos del panorama español], que me da pie a enfrentarme a una cámara y que me ha molado, porque me veo suelto y natural», enumera. «Todo para matar el gusanillo. Sobre todo cuando voy a Radio Marca; delante del micrófono me siento en mi hábitat», confiesa, y explica que está madurando un proyecto audiovisual con «un director de cine fantástico y una persona maravillosa» para venderlo a alguna plataforma. «Ah, y también quiero hacer un pódcast».

Una alegría para sus acérrimos fans, aunque para ello tenga que buscar un nuevo nombre, porque «Disco Grande es propiedad de RTVE», se lamenta. Es algo que reconoce que le fastidia, aunque se lo toma con mucha filosofía; su bagaje le ha curtido. «He tocado todos los palos del periodismo [tele, radio, papel] y hubo un momento en el que hacía las tres cosas: trabajaba en el diario Marca como periodista deportivo [donde estuvo 13 años], y en El Sol y La Información de Madrid [que ya no existen]; hacía guiones para Disco Visto [el primer programa de videoclips de la televisión en TVE del que fue director y guionista] y estaba al micrófono en Disco Grande». Y es que, como bien sabe, «el periodismo musical es muy precario. Para mí son héroes totales los que puedan vivir de ello», señala. Él al final lo consiguió al final, cuando en 2007 le hicieron fijo en Radio3. «Antes de eso siempre tuve que tener una ocupación número 1, porque Disco Grande era un hobby mínimamente remunerado». Por eso, ahora, 50 años después, dice estar preparado para lo que venga. Y nosotros, preparados para seguir escuchándole.

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